lunes, 30 de septiembre de 2013

Carta conclusiva del Año de la Reparación





 Verona, 28 de Setiembre de 2013 

Queridos hermanos y hermanas de la familia calabriana:

         La paz, la alegría y el amor del Señor permanezcan siempre en nuestros corazones.

         Mis saludos llegue a cada uno de ustedes por medio de esta carta, que nació en el silencio de la oración, y quiere llegar a sus corazones con la invitación a continuar nuestro camino de santidad, viviendo en lo cotidiano la búsqueda del Reino de Dios, iluminados por el ejemplo de nuestro Padre San Juan Calabria.

         Les recuerdo a todos que el día 26 de noviembre próximo, día del comienzo de la Obra, concluiremos el año de la Reparación, que quise que coincidiese con el Año de la Fe promovido por la Iglesia.

         Fue, y todavía es, un año de gracias particulares; lo vivimos en comunión a fin de tomar cada vez más consciencia y vivir este importante aspecto de nuestro carisma, que es de fundamental importancia para el crecimiento y la misión de la Obra.

         El espíritu de reparación, vivido en el escondimiento dentro de la Familia Calabriana, es el “pararrayos” de tantos males en el Obra y en el mundo. Durante este año no faltaron iniciativas espirituales, sea a nivel personal como comunitario, que nos ayudaron a vivir la reparación. Pasamos por tantos momentos de pruebas, por dificultades y sufrimientos, pero el Señor nos hizo mas conscientes de nuestra solidaridad con los sufrimientos del mundo, en unión al misterio Eucarístico de Cristo y en comunión profunda con todas las personas a imagen de los vasos comunicantes que llevan la comunión y la solidaridad a todos. Tengo plena convicción  que vivir la reparación como acto de amor, nos hace crecer cada vez mas en la conciencia de ser redimidos por el amor de Cristo y nos hace solidarios con todos.
         Pido a todas las Delegaciones y Misiones, a cada una de las comunidades y a los diversos grupos de la familia Calabriana, preparar este día con particulares celebraciones que concluyan, en la oración, este Año de la Reparación y de la Fe. En la Casa Madre, en San Zeno in Monte, nos reuniremos para una Adoración Eucarística continua durante todo el día y finalizaremos con la celebración de la Santa Misa a las 18 hs. Invitamos a todos a participar para agradecer al Señor por el don de este año y por el don del comienzo de la Obra.

         Es mi deseo que el compromiso de vivir la Reparación no acabe con esta celebración. Al contrario, espero que pueda ser un estímulo para continuar en lo cotidiano el ofrecimiento de nuestra vida, en unión con la oblación de Cristo en la Eucaristía, conscientes de nuestra unidad y comunión con todo el mundo, manifestando  nuestra sensibilidad y compasión con los sufrimientos de toda la humanidad deseando “ofrecernos, para ser tus testigos, para ser señales de solidaridad en la participación en Tu cuerpo místico”.
         Mañana comenzaremos la novena en preparación a la fiesta litúrgica de San Juan Calabria, en el 140° aniversario de su nacimiento. Invito a todas las comunidades a vivir este momento en unión con toda la Obra, intercediendo, para que San Juan Calabria nos ayude a vivir nuestro Carisma prestando atención a los tiempos actuales, reformando nuestro estilo de vida y de la Obra, haciéndolo radicalmente evangélico y apostólico, a fin de realizar en el mundo el deseo de nuestro Fundador de una “Apostólica Vivendi Forma”.  
 Les envío a todos mis saludos e invito a toda la Familia Calabriana a rezar insistentemente para la preparación espiritual del XI Capítulo General.
Nuestra Señora nos ayude a vivir en la unidad y en el amor a Jesucristo a fin de ser en el mundo testigos vivos y coherentes del Evangelio.
Buena fiesta y buena celebración litúrgica de San Juan Calabria.
Los bendigo a todos y los llevo en el corazón en mis oraciones, les envío un abrazo fraterno.
Recuérdenme en sus oraciones.



P. Miguel Tófful

sábado, 13 de octubre de 2012

Carta del Casante en el inicio del Año de la Fe


Verona, 10 de octubre de 2012

Queridos hermanos y hermanas de la Familia Calabriana, paz y alegría en la fe, unidos en la caridad fraterna y confortados por la esperanza.

Les envío mis saludos en este inicio del Año de la Fe. Sabemos muy bien como don Calabria vibraba y se regocijaba cuando en la Iglesia se tomaban iniciativas como éstas. El vivía de una manera toda particular estos momentos de gracia y llamaba a sus hijos e hijas a vivirlos de la misma manera.  

El Año de la Fe ha sido proclamado por el Santo Padre Benedicto XVI con una Carta Apostólica en forma de “motu proprio” porque es una iniciativa suya, inspirada por el Espíritu Santo en este momento particular para toda la Iglesia.

En noviembre del año pasado, cuando estuve en Roma, en un breve saludo que pude hacerle al Papa Benedicto XVI le expresé mi alegría diciéndole que para nosotros miembros de la Obra de don Calabria el Año de la Fe es muy importante ya que nuestro carisma es el de “reavivar en el mundo la fe y la confianza en Dios Padre”. Él, mirándome profundamente, me dijo que les transmitiese que “tenemos una gran responsabilidad y un carisma muy actual para el mundo de hoy”.

Tenemos un carisma especial: nuestra misión es reavivar en el mundo la fe. Este Año de la Fe debe ser profundamente sentido y vivido por nosotros, tanto a nivel personal, como en cada una de las comunidades de la Familia Calabriana en las distintas casas de la Obra en el mundo. No podemos dejar pasar de manera indiferente este don tan grande recibido del Padre. Don Calabria nos lo recuerda muchas veces en sus escritos: “Queridos hermanos, les recomiendo la fe, fe, busquemos estar siempre unidos al Señor por medio de una vida interior cristiana, religiosa en el verdadero sentido de la palabra; de no tener otro empeño que buscar el Reino de Dios. Dios tiene grandes designios para la Obra, designios propios para estos tiempos; de manera especial aquel de reavivar la fe en Él y en su Providencia. Hará milagros, siempre que nosotros no seamos obstáculos para los mismos”. (Don Calabria, Conf. Esort. * 5625).

Les he pedido a las congregaciones religiosas profundizar y preparar algunas iniciativas para vivir este Año de la Fe en profunda unidad con la Iglesia. Tomemos este año como una oportunidad para crecer personalmente y poder tener una fe profunda que nos ayude a vivir una vida centrada en Cristo.

Para nosotros miembros de la Obra el Año de la Fe coincide con el Año de la Reparación propuesto como camino de santidad para cada miembro de la gran Familia Calabriana. Les hago a todos los que pertenecen de manera diversa a la Obra un fuerte llamado a vivir una verdadera renovación y una verdadera conversión. Son muy oportunas, a propósito, las palabras de SS Benedicto XVI en su carta Apostólica: “La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes… la Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación, y busca sin cesar la conversión y la renovación. La Iglesia continúa su peregrinación …En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados…” [1].
       
  Cada Delegación y cada comunidad religiosa prepare un programa para vivir de manera adecuada el Año de la Reparación en estrecha unidad con el Año de la Fe propuesto por la Iglesia, involucrando a los laicos que frecuentan la Obra.

Pienso que, con el aporte propio del carisma calabriano, podremos unidos  en comunión con la Iglesia caminar en unidad y fe el camino de santidad personal y comunitaria.

 Quisiera que todos tomásemos en serio el llamado que tantas veces hemos sentido que nos hizo don Calabria de vivir solo de fe, plenamente abandonados a su Divina Providencia. No podremos reavivar la fe en el mundo si primero no la reavivamos en nosotros mismos, en nuestras comunidades mediante una profunda adhesión a Cristo.

Les deseo a todos un buen inicio del Año de la Fe y guardo en mi corazón el gran deseo de que todos podamos dar nuestro humilde aporte, contando con la riqueza y la belleza del carisma que hemos recibido y que estamos llamados a testimoniar cotidianamente con nuestra vida.

Me confío a sus oraciones y los saludo y bendigo de corazón.

Fraternalmente.

Padre Miguel Tófful

[1] BENEDETTO XVI, Carta Apostólica en forma de Motu Proprio, Porta Fedei,11 ottobre 2012, n. 6.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Mensaje de Navidad 2011

Messaggio di Natale del casante
Il Casante

Scritto da segreteria
Giovedì 22 Dicembre 2011 08:37

“Abbiate in voi lo stesso sentimento che è stato anche in Cristo Gesù, il quale, pur essendo in forma di Dio, non considerò l'essere uguale a Dio qualcosa a cui aggrapparsi gelosamente, ma spogliò se stesso, prendendo forma di servo, divenendo simile agli uomini.” (Filippesi 2,5-7)

Carissimi Fratelli e Sorelle della Famiglia Calabriana,

la pace, l’amore e la gioia del Signore Gesù rimangano sempre nei nostri cuori.

Siamo vicini al Santo Natale, tempo speciale nel quale celebriamo il grande mistero di un Dio che si fa uomo per la nostra salvezza, spogliato di se stesso per portarci e renderci partecipi della gloria del Padre in Lui da sempre.

Prendo spunto da questo brano della lettera ai Filippesi per condividere con voi una semplice riflessione e il mio saluto per il Natale di quest’anno. Vorrei evidenziare questo grande mistero dell’incarnazione e della nascita di Gesù in stretta sintonia con la nostra vita e tutto il mistero pasquale, centro della nostra fede e della nostra vita cristiana. Avere gli stessi sentimenti di Cristo Gesù è vivere questo percorso di spogliamento necessario per la vita nello spirito e per un cammino di santità e comunione con Dio. Lo spogliamento di Gesù che troviamo nell’incarnazione e nella nascita è l’anticipo dello spogliamento totale che avverrà nel mistero della croce. Gesù si fa simile agli uomini in tutto fuorché nel peccato. Lui ha abbracciato in tutto l’umanità fino alle ultime conseguenze per portare l’uomo alla gloria del Padre.

Viviamo momenti di grandi difficoltà nel mondo, dove possiamo toccare con mano la sofferenza di tante persone per diversi motivi. In questi giorni sono rimasto molto provato dalle notizie arrivate dalle Filippine e mi chiedo quale sia il messaggio che Gesù vuole portarci con la sua nascita. La parola di speranza è che Gesù “spogliò se stesso, prendendo forma di servo, divenendo simile agli uomini”! Nel presepio possiamo contemplare la sua massima povertà, come dice Sant’Innocenzo “l’eterno nato nel tempo, nelle angustie d’un presepio; l’Onnipotente stretto in povere fasce, il Re dei Re, il Signore del Creato, senza tutto, senza ricchezze; il Dio della felicità che sparge lacrime, che emette vagiti”. Il grande invito è a ravvivare la nostra fede per cercare l’essenziale nella nostra vita lasciando in disparte tante cose esteriori che il mondo di oggi ci presenta come fondamentali ed importanti. Avvicinandoci al presepio possiamo contemplare la semplicità del nostro Dio che ci rivela tutto il suo amore. Fratelli e Sorelle, dobbiamo pensare a tutto questo e vivere nell’essenzialità, nella povertà amando uno stile di vita sobrio per aprire sempre più i nostri cuori alla vita interiore e all’ascolto della Parola in profondità. Quanto attaccamento alle cose, ai nostri progetti, ai nostri capricci! Basta poco, molto poco perché tutto questo svanisca, tutto è come un soffio... Ciò che rimane e che fa crescere il nostro spirito: il nostro amore e la nostra carità verso il prossimo.

Ricordiamo le parole di don Calabria a questo proposito: “… Ricordiamoci, o fratelli, che Gesù nasce povero, non per complimento, ma per insegnare ai poveri come debbano amare la loro povertà e ai ricchi, come debbano impiegare le loro dovizie. Ah, fratelli, la nudità, lo squallore, la miseria che circonda la grotta di Gesù Bambino, ci tuona all'orecchio quel "guai" terribile, che lo stesso Redentore disse a coloro che vogliono mettere la loro consolazione nelle cose di quaggiù. E ci dice che dobbiamo sforzarci di distaccarci dal mondo, se vogliamo essere veramente seguaci di Gesù e che in noi sia avverata la sua parola: Beati i poveri di spirito, perché di loro è il regno dei cieli. Gran lezione di povertà ci dà questo Dio fatto uomo” … “Finalmente, Gesù Cristo nascendo si è fatto modello di santità per insegnare a noi la pratica delle virtù tanto necessarie per la nostra salvezza. E qui mi si presentano continui argomenti per discorrervi di ciò che ci insegna da quella stalla, lasciate che compendi tutto nella base, nel fondamento di tutte le virtù, voglio dire: la santa Umiltà. Studiamola questa virtù portata dal cielo in terra dal nostro divin Redentore, perché senza questa virtù, tutte le altre virtù sono illusione e ipocrisia ...” (Discorso del Santo Natale).

Carissimi Fratelli e Sorelle, basterebbe solo rimanere in silenzio e contemplare il presepio in questi giorni, e dal presepio cercare di capire il senso della nostra vita, della nostra povertà, delle nostre relazioni e della nostra vita cristiana. Solo la fede ci aiuta ad arrivare a comprendere e approfondire il vero senso della nascita di Gesù e del suo spogliamento per condurci alla pienezza della nostra vita.

Che la celebrazione del Santo Natale sia per tutti noi una chiamata a metterci davanti al mistero di Dio fatto uomo per la nostra salvezza cercando di essere fedeli a questo invito e vivendo ogni giorno l’anelito alla santità.

Buono e Santo Natale! Dio vi benedica tutti, sono i miei sinceri auguri dal profondo del mio cuore con tanto affetto.

P. Miguel Tofful

jueves, 7 de octubre de 2010

“Il Discernimento… Sintonizzarsi con il cuore di Dio”



(Terza lettera del Casante alla Famiglia Calabriana)

“Non conformatevi a questo mondo, ma lasciatevi trasformare rinnovando il vostro modo di pensare, per poter discernere la volontà di Dio, ciò che è buono, a lui gradito e perfetto”. (Rom 12,1)
“L'ora attuale ce lo insegna: Dio ha dei grandi disegni in quest'ora, per tutto il mondo che lo vuole per Sé e che tutta l'umanità si risvegli cercando la via, la luce, la pace vera e quella non la troverà che in noi, se vivremo all'altezza della nostra vocazione. Ed ecco la neces¬sità di una riforma che s'impone, e presto, per evitare quella di Dio” .
Introduzione

Carissimi fratelli e sorelle in Cristo,

la pace e l’amore del Signore nostro Gesù Cristo siano e rimangano sempre nei nostri cuori con la forza e l’azione dello Spirito Santo, perché possiamo vivere l’amore di Cristo in noi e discernere la via che ci conduce al Padre per vivere come suoi figli tanto amati.
In questo terzo anno del percorso del sessennio è molto importante e significativo aprire una riflessione per portare avanti il progetto che ci ha lasciato il X Capitolo Generale per un vero “ritorno in Galilea”. Durante questo processo, all’inizio, mettevo in evidenza i criteri essenziali della nostra spiritualità con lo scopo di puntare su alcuni aspetti molto importanti per l’Opera in questo momento storico senza perdere l’originalità e la freschezza dello spirito puro e genuino a cui tanto teneva don Calabria . Sempre su questa linea, l’anno scorso l’abbiamo dedicato alla formazione come trasformazione nell’amore, perché senza questa trasformazione nell’amore in una continua formazione e rinnovamento non possiamo vivere secondo la nostra vocazione e missione .
Oggi voglio indirizzare la mia parola di Casante dell’Opera a tutta la Famiglia Calabriana per una riflessione molto importante che riguarda la nostra missione e il servizio ai più poveri come indicato dal programma del Capitolo per questo terzo anno.
Guardando più in profondità il documento finale del X Capitolo e per tutto il processo che stiamo facendo in questo tempo per una vera trasformazione dell’Opera, mi sembra superficiale parlare in questa lettera solo della missione e del servizio ai poveri o della revisione delle opere senza approfondire lo spirito che ci porta a tutto questo. Vorrei che la nostra missione e il servizio ai più poveri fosse una conseguenza della testimonianza del nostro spirito e del vissuto della nostra vocazione, ossia, di una vita centrata in Dio e trasformata nell’amore per essere testimoni e profezia dell’amore di Dio nel mondo. A questo riguardo propongo il tema di questa lettera “ Il Discernimento … Sintonizzarsi con il cuore di Dio”.
La riflessione si svilupperà su due ambiti che si correlano tra di loro e camminano insieme: quello della significatività della nostra vita cristiana e consacrata e quello della significatività delle nostre attività.
Con questa lettera sul discernimento mediante un approccio biblico, teologico e carismatico apriamo la riflessione sulla revisione delle opere che rappresenta uno dei punti centrali di questo sessennio. Però questa revisione delle opere non può essere solo esteriore e fredda, ma deve avere alla base un vero percorso di discernimento grazie al quale compiere una verifica sul senso della nostra vita cristiana, consacrata e calabriana. Dobbiamo “discernere”, cioè valutare, se le nostre opere sono manifestazione di un carisma; e se tale carisma viene vissuto e testimoniato con fedeltà nel contesto storico attuale.
La missione fondamentale della nostra vita cristiana e consacrata è essere sale della terra e luce del mondo. Forse mai come oggi il mondo attende da noi la testimonianza di un carisma come quello che abbiamo ricevuto dal nostro santo Fondatore ricco di una attualità e una vitalità tutta particolare. Don Calabria nei suoi scritti ci ricorda spesso che appartenere a quest’Opera è una grazia tutta speciale: “… Ricordatevi sempre che l'appartenere a quest’Opera è caparra di vita eterna. Quanto bisogno di luce in quest'ora tanto oscura! E voi dovete illuminare tutte le anime che il Signore vi fa avvicinare, e ciascuno di voi deve essere una fiamma e tutte le fiamme unite devono essere un gran faro: il faro del sacro Cuore …” . Solo se saremo capaci di vivere la centralità di Dio nella nostra vita, di accogliere il suo amore, di riflettere la sua luce, potremo trasmettere questa ricchezza.
La dinamica del discernimento a questo riguardo è l’arte di comunicare tra Dio e l’uomo e di comprendersi reciprocamente. In questo processo vanno rispettate due tappe del cammino: una di purificazione, che conduce a un’autentica conoscenza di sé in Dio e di Dio nella propria storia, e una seconda in cui il discernimento diviene un habitus. Il rapporto tra Dio e l’uomo si compie nello Spirito Santo, la Persona divina che rende l’uomo partecipe dell’amore del Padre nel Figlio.
Le tre Persone della Santissima Trinità si comunicano nell’Amore reciproco, dando se stesse nell’Amore in una perfetta armonia e comunione. Questa comunicazione di Dio si realizza anche verso la creazione, ma soprattutto verso l’uomo: la creatura prediletta creata a immagine e somiglianza di Dio alla quale ha donato la capacità di vivere l’unità e la comunione totale con Lui. In un certo senso Dio comunica all’uomo il suo modo di essere, che è l’Amore, e la persona umana diventa simile a Dio quando spende la sua vita vivendo nell’Amore.
In questa comunicazione d’amore tra Dio e l’uomo si può dire che il “discernimento spirituale” è l’arte di comunicare tra Dio e l’uomo, e di comprendersi reciprocamente in vista del fine ultimo che è la comunione dell’uomo con Dio per il quale è stato creato. Tutta la nostra vita e la nostra missione tende all’unità con Dio nell’amore. Essa è il luogo in cui Dio mediante il suo Spirito mira a creare in noi, nei nostri cuore la vera comunione e la santità.
Il discernimento è un dono dello Spirito e un’operazione nello Spirito. È uno dei sette doni dello Spirito Santo; si tratta del dono del consiglio. Esso va perciò richiesto con la preghiera: “dammi, o Dio, la sapienza del cuore”. “Insegnaci, o Dio, a contare i nostri giorni e giungeremo alla sapienza del cuore”.
Il discernimento è anche un’operazione nello Spirito, nella quale ci si interroga su che cosa lo Spirito ci suggerisce, ossia quali siano le ispirazioni e le mozioni che da Lui ci vengono. È quindi evidente che al discernimento è necessario un clima di preghiera. Si tratta di essere in sintonia con lo Spirito, la cui presenza è impercettibile; non si sa infatti dove Egli vada e da dove Egli venga; Egli soffia dove vuole e quando vuole (Cfr. Gv 3,8). “È lo Spirito che rende personale questa rivelazione per ogni ricercatore sincero di Dio. Tramite la sua azione, sperimentiamo che Dio è nostro Padre, che il Figlio – nel quale siamo stati creati e salvati – è il nostro Signore e Salvatore. Lo Spirito Santo agisce con un’attrazione d’amore capace di farci instaurare una relazione personale con Dio. Questa relazione ha uno dei suoi massimi momenti qualificanti nell’esperienza del perdono …” .
Dicendo che il discernimento è un dono dello Spirito Santo, ne riconosciamo l’aspetto dinamico e creativo. Questa dinamicità e creatività ci porta oggi a interrogarci sulla significatività della vita cristiana e religiosa nostra e delle nostre opere che devono trasmettere il Vangelo nel contesto storico attuale rimanendo fedeli allo spirito puro e genuino.
Di solito quando ci riferiamo al discernimento, lì per lì siamo portasti a pensarlo unicamente come un processo o percorso che dobbiamo realizzare per assumere delle decisioni o compiere delle scelte che riguardano aspetti determinanti della nostra vita o delle nostre missioni. Dobbiamo invece guardare al discernimento in modo diverso: come a uno stile di relazione con Dio che si rivela a noi come amore, e che ci chiama sempre ad una vita centrata in Lui. Il processo di trasformazione del cuore ci permette di passare dalla centralità dell’“io” alla centralità di Dio; al riconoscimento di un “Tu” vissuto in un rapporto di amore e comunione totale che mi rivela la mia identità e mi ricorda che il motivo per il quale sono stato creato è l’unità con Dio. Un’unità che si realizza fin d’ora, essendo io chiamato, già qui su questa terra, a vivere la vita di Dio in me che si rivela come Padre nel suo Figlio amato e ci chiama a vivere questa figliolanza. Come ci dice il Catechismo della Chiesa Cattolica, “Lo Spirito Santo ci porta a discernere tra la prova, necessaria alla crescita dell’uomo interiore in vista di una virtù provata e la tentazione, che conduce al peccato e alla morte … Il discernimento smaschera la menzogna della tentazione: apparentemente il suo oggetto è buono, gradito agli occhi e desiderabile (Gn. 3,6), mentre in realtà, il suo frutto è la morte”.
Ci vengono in mente tante parole di don Calabria e la sua vita tutta centrata in Dio che chiama noi membri dell’Opera a vivere questa dimensione di comunione con Lui per essere testimoni nel mondo della sua Paternità.
Per entrare nel tema lasciamoci guidare dalla Parola che ci offre la base per vivere questo rapporto di comunione con Dio.
Caro fratello e sorella apri insieme a me il tuo cuore per accogliere con fede questo invito a camminare verso una vera significatività della nostra vita cristiana e consacrata affinché toccati dall’esperienza profonda dell’amore del Padre possiamo testimoniare al mondo d’oggi la Paternità di Dio.


1 - Il Discernimento nella Bibbia

Nell’ultima lettera sul tema della formazione abbiamo visto che “la formazione è un processo di trasformazione nell’amore”. In questo processo di trasformazione nell’amore il discernimento è uno degli elementi fondamentali. Come ci ricorda san Paolo nella Lettera ai Romani, la prima condizione del discernimento è la "trasformazione della propria mente". “Discernimento” e “trasformazione” sono due parole molto care al linguaggio biblico. La trasformazione, che la parola provoca nella vita personale e comunitaria, nasce dalla capacità docile d’ascolto e nell’ascolto discernere le vie del Signore, facendo la sua volontà.
Nella Sacra Scrittura non troviamo una teoria sul discernimento, ma un discernimento in fieri. La Bibbia ci rivela, da una parte, un Dio che opera nella storia, e, dall’altra, l’uomo e la comunità che cercano di discernere questo agire di Dio. Discernere l’agire di Dio per capire qual è la sua volontà, è l’attività primordiale dell’uomo biblico nel suo rapporto con Dio. Il discernimento è parte della relazione vissuta tra Dio e l’uomo. Questo rapporto è intessuto con i “fili” della Parola e dell’ascolto; e porta con sé la forza di cambiare la vita e la storia. Il discernimento è una realtà relazionale che coinvolge Dio, la persona e la comunità, è il terreno dei rapporti essenziali, l’habitat esistenziale. In questo senso, il discernimento, più che un momento specifico nel processo della vita, è un modo di essere, uno stile di vita che pervade tutto ciò che io sono e faccio, un atteggiamento quotidiano per comprendere e vivere i desideri di Dio su di me, sulla comunità e sulla nostra missione. Secondo il teologo Rupnik, “l’atteggiamento di discernimento è quello che impedisce di intestardirsi: non ci si può richiudere nel proprio aver ragione, perché non sono io il mio epicentro, ma il Signore, che riconosco come la fonte dalla quale tutto proviene e verso la quale tutto confluisce”. E, proprio per questo, la Parola di Dio offre elementi importanti per vivere quest’atteggiamento.

A - Il discernimento nel Primo Testamento

Nel Primo Testamento il contesto dell’alleanza è fondamentale per comprendere il senso del discernimento. Per il popolo d’Israele, il Dio creatore del mondo e di tutte le forme di vita diventa “il nostro Dio”. Il libro di Siracide ci presenta una bella sintesi del rapporto vissuto tra Dio e Israele: “Il Signore creò l'uomo dalla terra e ad essa lo fa tornare di nuovo. Egli assegnò agli uomini giorni contati e un tempo fissato, diede loro il dominio di quanto è sulla terra. Secondo la sua natura li rivestì di forza, e a sua immagine li formò. Egli infuse in ogni essere vivente il timore dell'uomo, perché l'uomo dominasse sulle bestie e sugli uccelli. Discernimento, lingua, occhi, orecchi e cuore diede loro perché ragionassero … Stabilì con loro un'alleanza eterna e fece loro conoscere i suoi decreti” (Sir 17, 1-6.10). Dio crea l’uomo a sua immagine e lo dota di capacità di discernimento, comunicazione e comunione. Il discernimento è collegato con gli organi del linguaggio e della comunicazione umana: lingua, occhi, orecchi e cuore. Questo per ricordare due aspetti fondamentali: il primo che l’atteggiamento di discernimento coinvolge la totalità della vita dell’uomo: parola, visione, ascolto, pensiero; e il secondo aspetto che il discernimento si decide sul terreno meraviglioso e complesso delle relazioni.
La qualità e la maturità umana e biblica del discernimento sono proporzionali alla qualità e maturità del vissuto relazionale. La chiusura in se stessi uccide la capacità di discernere con saggezza le vie della vita e della volontà del Signore. Ecco perché, per la Sacra Scrittura, l’uomo ha la necessità di educare la sua capacità di discernimento e trovare alcuni criteri essenziali per vivere questo processo in modo trasformante. Se il discernimento si chiude in se stesso può diventare un processo di autoreferenzialità dove la mia volontà e quello che penso “Io” diventa l’unico criterio per le scelte esistenziali e istituzionali. Per evitare l’idolatria dell’“Io”, l’uomo biblico del Primo Testamento è invitato a percorrere la via dell’alleanza con il Signore e la via della fratellanza solidale. Vediamo alcuni elementi ricavati dal Primo Testamento per vivere un processo di discernimento che porta a rendere concreto il volere del Signore nella missione che Lui affida al suo popolo.

a) Discernimento centrato nella Parola

L’identità del popolo d’Israele nasce dall’ascolto della Parola. E Israele “deve” ascoltare la Parola per discernere le vie del Signore. Al centro della esperienza religiosa nel Primo Testamento troviamo un Dio che parla e una comunità che ascolta. Non si capisce la storia d’Israele senza la parola e l’ascolto. Davanti alla Parola del Signore, tutto Israele e tutta la vita di ogni israelita è coinvolta.
Il Libro del Deuteronomio, considerato il cuore pulsante della teologia e spiritualità del Primo Testamento, ci offre una sintesi bellissima e provocante sulla centralità della Parola per la vita e per le scelte d’Israele: «Vedi, io pongo oggi davanti a te la vita e il bene, la morte e il male; poiché io oggi ti comando di amare il Signore tuo Dio, di camminare per le sue vie, di osservare i suoi comandi, le sue leggi e le sue norme, perché tu viva e ti moltiplichi e il Signore tuo Dio ti benedica nel paese in cui tu stai per entrare per prenderne possesso. Ma se il tuo cuore si volge indietro e se tu non ascolti e ti lasci trascinare a prostrarti davanti ad altri dèi e a servirli, io vi dichiaro oggi che certo perirete, che non avrete vita lunga nel paese in cui state per entrare in possesso passando il Giordano … Scegli la vita perché viva tu e la tua discendenza …».(Dt 30, 15-20).
Nel testo ebraico è usato il termine “panim” (volto). La parola della Torah è posta “davanti al tuo volto” e con la parola “davanti al tuo volto” tu devi fare il discernimento fondamentale: la vita o la morte, la benedizione o la maledizione. Israele, nel senso collettivo e personale, è invitato a vivere le sue scelte centrate sulla Parola che è davanti al suo volto. È il rapporto di alterità vissuto tra Dio (la parola della Torah) e Israele. È proprio in questa reciprocità di comunione contemplativa che è vissuto il processo di discernimento delle “vie del Signore”. Senza questo discernimento non si trova la vita e la benedizione, ma la morte e la maledizione.
La storia del popolo eletto rivela che non è sufficiente avere la parola “davanti al volto” per fare il discernimento delle vie del Signore. Altri atteggiamenti sono richiesti e hanno un ruolo essenziale. La contemplazione della Parola deve trovare nella persona un cuore che ascolta.

b) “Dammi un cuore che ascolta”

Quando Salomone fu scelto dal Signore per essere re d’Israele andò al santuario che si trovava a Gàbaon per offrirvi sacrifici. Il Signore apparve a Salomone in sogno durante la notte e gli disse: “Chiedi ciò che vuoi che io ti conceda”. Salomone rispose: “Concedi al tuo servo un cuore docile, perché sappia fare la giustizia e discernere il bene dal male” (1Re 3, 4-15). Nel testo ebraico troviamo l’espressione “dammi un cuore che ascolta”. Salomone poteva chiedere tante altre cose importanti per la sua vita e la sua missione come re d’Israele. Ma, non sempre, le cose importanti sono davvero essenziali. Ecco perché Salomone chiede un atteggiamento più che importante, essenziale nei confronti del Signore e del popolo d’Israele: un cuore che ascolta. Un cuore che non ha la capacità d’ascolto discerne in modo staccato dalla Parola e dalle vie del Signore.
Un cuore che ascolta diventa la “tavola” dove è scritta la Parola che è “davanti al tuo volto”. L’espressione “sulla tavola del cuore” è molto amata dalla letteratura sapienziale. Con molta frequenza il figlio o il discepolo è invitato a scrivere la sapienza dei comandamenti o dei consigli nel cuore: “Figlio mio, osserva il comando di tuo padre e non disprezzare l’insegnamento di tua madre. Fissali sempre nel tuo cuore. Quando cammini, ti guideranno, quando riposi veglieranno su di te, quando ti desti ti parleranno” (Pr 6,20-22); “Bontà e fedeltà non ti abbandonino: légale attorno al tuo collo, scrivi sulla tavola del tuo cuore”(Pr 3,3); “Légali alle tue dita, scrivi sulla tavola del tuo cuore” (Pr 7,3). Un cuore che ascolta, che è docile alla Parola, porta alla saggezza che è la dimensione fondamentale per le scelte essenziali della vita. L’uomo saggio è l’uomo sapiente che sa conoscere le vie del Signore con un cuore capace di fare esperienza della sua presenza. Il profeta Geremia afferma che il Signore stesso darà un cuore docile: “Darò loro un cuore capace di conoscermi” (Ger 24,7). Questo cuore capace di conoscere Dio è “formato” nell’ascolto della Parola che è “davanti al tuo volto” e nella “ricerca del volto del Signore”.

c) Ricerca del volto di Dio

Le parole “davanti al tuo volto” e “un cuore che ascolta” fanno nascere il desiderio essenziale nel cuore di ogni israelita: “… il tuo volto io cerco o Signore, non nascondermi il tuo volto …” (Sl 27, 8-9). La metafora del volto è molto potente e portatrice di una profondità sia divina che umana. Con molta frequenza si dice che l’esperienza di Dio, l’autentica esperienza di fede, può essere ricondotta all’esperienza di un “volto”, come esprime meravigliosamente il Sal 27,8: “Cercate il mio volto”. Ma il “volto” non esprime soltanto Dio e la sua ricerca: il volto è anche metafora dell’uomo nella sua più alta e profonda espressione. Nel linguaggio comune, infatti, si dice che l’uomo «ha un volto», ma sarebbe meglio dire che l’uomo “è un volto”. In effetti, il volto, come del resto il nome, concerne l’identità e l’individualità della persona, perché la definisce, la rivela, la mette in relazione.
Il processo di discernimento è vissuto nella profonda comunione di sguardi tra il volto della persona e il volto di Dio. Le scelte che nascono in questo rapporto profondo rivelano la comunicazione aperta, sincera, libera e trasformante. La ricerca del volto di Dio è espressione del desiderio più profondo di comunione. Contemplare il volto di Dio e lasciarsi contemplare da Lui ci fa vivere la dimensione esperienziale del discernimento. Il discernimento non è soltanto un processo che coinvolge la nostra capacità razionale, ma anche la nostra dimensione affettiva e spirituale. In questo senso il discernimento diventa una profonda esperienza di Dio per mezzo della nostra umanità, tramite il volto e la sua simbolica comunicativa. Quanto più profonda è la comunione, tanto più sincero e trasformante sarà il vissuto del processo di discernimento, e verrà manifestato in noi il volto di Dio, in una comunione così profonda che il volto di Dio viene manifestato nel volto della persona. Il santo è la persona in cui traspare il volto di Dio proprio per questa unità e comunione totale con Lui.

d) Discernere leggendo la storia

La Parola davanti al tuo volto, un cuore che ascolta e la ricerca del volto di Dio possono far pensare a un discernimento troppo “metafisico”, lontano della concretezza della vita e del quotidiano personale e comunitario. Per evitare questa tentazione e offrire la possibilità di vivere il processo di discernimento nei processi della storia, il Primo Testamento invita a scegliere le vie del Signore leggendo gli eventi della storia. La storia, con le sue luci e le sue ombre, è un “luogo teologico” dove Dio rivela se stesso e la sua volontà. L’uomo biblico è invitato a leggerla per discernere il bene dal male e fare la giustizia. La profezia in Israele nasce proprio con questo scopo: aiutare a leggere la storia e capire gli avvenimenti e le scelte da fare, secondo il volere del Signore. Saggio è chi ha la capacità d’interpretare i “segni della storia” come “segni” che rivelano la volontà di Dio. Questa lettura della storia è importante per capire il cammino percorso e valutare le scelte che sono state fatte con lo sguardo nel presente in vista del futuro.
Dio parla nell’”oggi” della storia rivolto non verso il passato, ma verso il futuro, perché la Parola è portatrice di una promessa: il possesso della terra. L’oggi offre due elementi che devono essere posti insieme: quello della presenza e dell’azione di Dio e quello dell’impegno e della responsabilità nella risposta e nel compiere la Parola. Leggere la storia ascoltando la Parola di Dio “oggi” significa assumerci la responsabilità di discernere la risposta che Lui aspetta dal suo popolo e da ogni Israelita.

B – Il discernimento nel Secondo Testamento

Nel Secondo Testamento l’incarnazione diventa la chiave fondamentale per capire e vivere nelle vie del Signore. Nella “pienezza dei tempi” Dio, nel suo figlio Gesù, ha piantato la sua tenda in mezzo a noi. Lui stesso realizza questa pienezza, “In Lui abita corporalmente tutta la pienezza della divinità” (Col 2,9). Dove entra il discorso del discernimento in questa “pienezza dei tempi”?
Nel vangelo di Marco le prime parole che Gesù pronuncia all’inizio del suo ministero parlano di pienezza dei tempi: “Il tempo è compiuto e il Regno di Dio è vicino; convertitevi e credete nel vangelo”(Mc 1,15). Il tempo dell’attesa del Messia è compiuto perché Lui è in mezzo a noi. Non solo possiamo vedere i segni della presenza, ma possiamo anche “toccare con le nostre mani il verbo della vita” (1Gv 1,1-4), il Regno di Dio e il Dio del Regno. Ecco perché il tempo è compiuto e siamo arrivati alla pienezza dei tempi: Dio si è fatto uomo e ha posto la sua dimora in mezzo a noi, nella persona del suo figlio Gesù. Lui è il volto del Padre che si è manifestato, Lui è la Parola per eccellenza, l’ultima Parola. Davanti a quest’avvenimento siamo invitati alla conversione: “convertitevi e credete nel vangelo”.
Noi abbiamo un concetto di conversione troppo legato al peccato. Invece nel Vangelo di Marco per evocare la conversione viene usata la parola “metanoia” . Possiamo così leggere queste prime parole di Gesù: “il tempo è compiuto, il Regno di Dio è in mezzo a voi, cominciate a pensare al di là di questo, credendo al vangelo”. Conversione, pertanto, significa fondamentalmente cambiare il modo di pensare non più basato sull’attesa del Messia ma sulla presenza del Regno di Dio in mezzo a noi. Cambiare il modo di pensare e cominciare a ragionare partendo dalla logica del Dio che si è fatto carne e abita in mezzo al suo popolo.
San Paolo dirà le stesse cose quando scrive ai Romani e invita alla trasformazione della mentalità. “Non conformatevi alla mentalità di questo secolo, ma trasformatevi rinnovando la vostra mente, per discernere la volontà di Dio, ciò che è buono, a Lui gradito e perfetto"(Rm 12,1). Abbiamo trovato l’atteggiamento fondamentale per vivere il processo di discernimento nel Secondo Testamento: trasformare la mentalità, il modo di pensare e orientare tutta la vita e le sue scelte a Gesù, fissando in Lui il nostro sguardo, per discernere e fare la volontà del Padre, sotto la luce dello Spirito Santo.
Come nel Primo Testamento, anche nel Secondo non troviamo una teoria sul discernimento, ma uno stile di vita, un modo di essere nei confronti con il Signore, con la comunità e con la missione che il Signore ci ha affidato. Questa trasformazione, questo stile di vita, presenta certe caratteristiche o atteggiamenti necessari, come vedremo nei prossimi punti. Il criterio fondamentale di ogni nostra scelta è la persona di Gesù Cristo, il nostro Divino Maestro.
Quando lo Spirito ci insegna ogni cosa, non fa altro che ricordare tutto ciò che egli ci ha detto (cfr. Gv 16,13).
Il processo di discernimento, non possiamo dimenticare, comporta anche un certo “dolore”. Il lessico del Secondo Testamento per parlare del discernimento ci aiuta a capire questa realtà. Per esprimere l’idea del discernimento è usato il verbo diakrinœ che significa giudicare, valutare, decidere, separare. Il sostantivo diakrisis significa la capacità di distinguere, di discernimento, d’interpretazione. Un altro vocabolo usato è dokimazœ , che significa esaminare e mettere alla prova, discernere, manifestare, provare. Questo lessico ci ricorda che il discernimento ha il suo momento di “krinœ ” e di “krisis”, ma quando vissuto nella luce e forza fecondante della Parola e dello Spirito Santo, diventa un tempo di grazia, il “kairos” di Dio per me e per la comunità. Vediamo alcuni elementi che compongono il processo di discernimento nel Secondo Testamento.

a) La Parola in mezzo a noi: rimanere in Lui

“La parola si è fatta carne e ha piantato la sua tenda in mezzo a noi” (Gv 1,14). Nel Primo Testamento “la parola è davanti al tuo volto” per discernere la vita e la morte, la benedizione o maledizione (Dt 30, 19). Nel Secondo Testamento la Parola “assume un volto”, in Gesù di Nazareth. Contemplare il “volto della parola” in mezzo a noi, e nel volto della Parola “ascoltare” il Figlio che ci rivela il volto di Dio Padre, è il dono e il desiderio più profondo che abita nel cuore dell’uomo biblico del Secondo Testamento. “Gli disse Filippo: «Signore, mostraci il Padre e ci basta». Gli rispose Gesù: «… Chi ha visto me ha visto il Padre …» (Gv 14, 8-9). Il volto di Gesù rivela il volto del Padre.
Il processo di discernimento è un invito a contemplare Gesù: il volto di Dio Padre, e lasciarsi contemplare da Gesù. Quello che offre profondità e verità al discernimento è lo sguardo intimo e profondo vissuto tra la persona e la comunità con il Signore. È importante sottolineare che lo sguardo contemplativo è rivolto al Signore, e in Lui ai fratelli e alle sorelle. Coltivare questa capacità di “guardarsi come fratelli e sorelle” è premessa essenziale per un autentico discernimento. Senza quest’atteggiamento, il discernimento diventa un giudizio e vendetta che porta alla morte la persona e la comunità. Ecco perché lo sguardo è importante: rivela le intenzioni e i desideri del cuore. La comunione che nasce da questo sguardo diventa il terreno sicuro e fecondo di ogni processo di discernimento. La contemplazione della “parola fatta carne” trasforma la vita della persona e offre una nuova visione, per mezzo della purificazione e trasformazione degli “occhi del cuore”.
Il processo di discernimento come purificazione e trasformazione della mentalità “tocca”, ancora una volta, il mondo dei rapporti. La comunità del discepolo amato esprime molto bene il significato del discernimento vissuto come rapporto con il Signore e con i fratelli e sorelle. Il Vangelo di Giovanni (1,35-39), ci presenta la chiamata dei primi discepoli: “Il giorno dopo Giovanni stava ancora là con due dei suoi discepoli e, fissando lo sguardo su Gesù che passava, disse: «Ecco l'agnello di Dio!». E i due discepoli, sentendolo parlare così, seguirono Gesù. Gesù allora si voltò e, vedendo che lo seguivano, disse: «Che cercate?». Gli risposero: «Rabbì (che significa maestro), dove abiti?». Disse loro: «Venite e vedrete». Andarono, dunque, videro dove abitava e quel giorno rimasero con Lui”. I due discepoli “andarono e sono rimasti con Gesù” quel giorno. Il cammino di ogni discepolo comincia con questo andare e rimanere con Lui. Nel testo greco è usata la preposizione “para”, che significa “con”. Però, strada facendo, la comunità giovannea ha capito che stare “con Lui” non è ancora sufficiente per vivere in tutta la profondità il rapporto “con Lui”. Ecco perché durante l’Ultima Cena, nel discorso di addio, troviamo nel cap. 15, 1-16 lo stesso verbo, rimanere, ma la preposizione è cambiata. Il greco usa la preposizione “en”, che significa “in”. Infatti, Gesù non dice “rimanete con me” ma, “rimanete in me” per portare frutti. Non è soltanto un cambiamento grammaticale. È la conseguenza del discernimento vissuto come stile di vita, come approfondimento del rapporto con Gesù. È un cambiamento esistenziale. Il discernimento ci aiuta a capire e vivere il passaggio necessario nella vita di ogni discepolo: da una vita “con Lui” passare a una vita “in Lui”. Questa vita “in Lui” si traduce nell’amore verso Dio e verso i fratelli e le sorelle.
Adesso siamo in grado di capire il senso profondo del discernimento, secondo la comunità giovannea: discernere la volontà del Padre vivendo i rapporti essenziali, guidati dall’amore; amore verso il Padre e verso i fratelli. In sintesi: diventare figli nel Figlio, vivendo il rapporto di figliolanza con Dio e di fratellanza solidale con i fratelli e sorelle. Il discernimento che non “tocca” in profondità i rapporti essenziali sarà sempre un “discernimento (superficiale) epidermico”.
Il nostro adeguamento al modo di sentire e di pensare di Cristo è indispensabile per discernere ciò che a Dio è più gradito. Gesù, la Parola fatta carne, e la Parola di Gesù diventa il nostro punto di riferimento per ogni scelta e discernimento.
Nel Secondo Testamento troviamo, come nel Primo, la preoccupazione di un discernimento troppo metafisico, lontano dalla storia e della quotidianità della vita e della missione. Ecco perché una delle caratteristiche fondamentali del discernimento è la capacita di leggere i segni dei tempi.

b) Discernere i segni dei tempi

Nel Primo Testamento abbiamo visto come, per il popolo d’Israele, è importante “leggere la storia” per capire la volontà del Signore. Lo stesso invito lo troviamo nel Secondo Testamento. Fa parte del processo di discernimento “ascoltare” i segni dei tempi, gli avvenimenti della storia. Gesù stesso, nel vissuto della sua missione, si lamenta con chi lo ascolta perché non capisce i segni della presenza del Regno di Dio: «Quando si fa sera, voi dite: Bel tempo, perché il cielo rosseggia; e al mattino: Oggi burrasca, perché il cielo è rosso cupo. Sapete dunque interpretare l'aspetto del cielo e non sapete distinguere i segni dei tempi?» (Mt 16,2-3; Lc 12,54-56; Mc 8, 11-13; Gv 6,30). Molti di coloro che ascoltano Gesù cercano un segno senza rendersi conto che la storia è piena di segni che rivelano la presenza e il desiderio di Dio. A questo punto nasce una domanda importante: perché discernere i segni dei tempi? Perché questo fa parte del processo di discernimento? La ragione sostanziale nasce proprio dal concetto di Parola.
Una delle fondamentali affermazioni della Sacra Scrittura è che Dio parla. Affermare che Dio parla vuol dire che lui è vivo, non è morto come gli idoli, «che hanno bocca, ma non parlano». La parola che Dio pronuncia è una Parola creatrice, fecondante e inserita nella storia. É un parlare molto “concreto”. Ecco perché la Parola diventa evento, realizza quello che dice; ma anche gli eventi diventano un “modo di parlare”. Discernere i segni dei tempi è capire il messaggio che Dio pronuncia per mezzo degli avvenimenti, dei fatti della storia dove siamo inseriti. La Parola è solo una delle tante maniere di Dio di parlare e manifestare il suo amore e la sua volontà.
Nel Secondo Testamento il grande e fondamentale segno è la vita, la passione, la morte e la risurrezione di Gesù. Lui è la Parola fatta carne, l’evento che cambia la storia umana. La grande sfida delle prime comunità era discernere questo segno, capire il messaggio di Dio e le conseguenze di questo per la loro vita. Oggi, per le comunità che seguono Gesù, la sfida è rinnovata. Come discernere il “segno Gesù” nella storia di oggi? Quali sono i segni che rivelano la presenza del Regno di Dio e della vita nuova che Gesù, il crocefisso risorto, ci ha offerto?
Il processo di discernimento che non “ascolta” i segni dei tempi diventa un processo alienato e alienante e genera persone che non hanno niente di significativo da dire con la loro vita e le loro parole. Ancora una volta la chiave cristologica ci aiuta a vivere il discernimento nella sua concretezza e quotidianità.

c) Discernere la volontà del Padre

“Tenendo fisso lo sguardo su Gesù” (Eb 12,2), la Parola fatta carne e che abita in mezzo a noi (Gv1,14), ci fa discernere i segni dei tempi (Mt 16,2-3), per capire la presenza del Regno di Dio e la volontà del Padre (Mt 7,21). Il processo di discernimento include il discernere la volontà del Padre. Per noi, membri della famiglia calabriana, quest’aspetto ha una rilevanza tutta particolare. Infatti, nel cuore della nostra spiritualità troviamo la realtà della paternità di Dio e l’invito a vivere un rapporto di figliolanza con Lui.
La vita di Gesù era orientata nel “fare la volontà del Padre”. La volontà del Padre è l’ossigeno che Gesù respira ogni momento e circostanza della sua vita e missione. Essere discepolo di Gesù comporta fare la volontà del Padre, inspirati dall’esempio di Gesù e animati dallo Spirito Santo. Non significa non avere volontà propria, ma configurare la mia volontà alla volontà del Padre. Il linguaggio paolino dirà: “Sono stato crocifisso con Cristo e non sono più io che vivo, ma Cristo vive in me. Questa vita nella carne, io la vivo nella fede del Figlio di Dio, che mi ha amato e ha dato se stesso per me” (Gal 2,20). E qui entriamo nella fase centrale del discernimento. Capire la volontà del Padre non è così semplice. Noi spesso mascheriamo la volontà del Padre con la nostra volontà. Per superare questa tentazione siamo invitati a contemplare ed entrare nel rapporto vissuto tra Gesù e suo Padre e Padre nostro.
La passione di Gesù per “fare la volontà del Padre” nasce proprio dalla comunione profonda e vitale che esiste tra di loro. E in questo clima d’intimità profonda Gesù capisce e legge nei segni della storia e della sua vita quali sono i desideri del Padre rispetto alla sua vita e missione. Gesù è consapevole di essere “il figlio amato, e in Lui Dio ha posto il suo compiacimento” (cfr. Mc 1,11). Questa esperienza di figliolanza profonda vissuta nel momento del battesimo, è messa alla prova durante le tentazioni nel deserto. Gesù resiste al diavolo che cerca di “rompere” questo rapporto di figliolanza. Nel momento della trasfigurazione, la stessa esperienza di essere “figlio amato” è rinnovata e affermata. È proprio in questo dialogo di paternità amorosa che coinvolge la vita di Gesù che ogni discepolo è invitato a “entrare” per vivere la stessa esperienza e discernere la volontà del Padre. Chi non si sente, nel profondo della sua vita, amato dal Padre, troverà molta resistenza per fare la volontà del Padre proprio perché non conosce il Padre e il suo amore. In questo senso possiamo affermare che il discernimento della volontà del Padre, è un processo di crescita nel “sentirsi amato” dal Padre. E in quest’amore cogliere e accogliere la sua volontà nella propria vita e missione.
Nel discernere e fare la volontà del Padre troviamo, nella vita di Gesù e di ogni discepolo, il momento del “Getsemani” dove la fedeltà alla volontà del Padre è sottomessa alla prova in modo drammatico. "L'agonia del Getsemani è la finestra sull'io più intimo di Gesù: le sue stesse parole ci rivelano il suo modo di rapportarsi da Figlio al Padre nel momento decisivo della sua vita". Il discepolo e la comunità, che seguono Gesù, prima o poi, troveranno il loro “Getsemani”. Il discernere e vivere la volontà del Padre ci offre il momento del “torchio” dove siamo “spremuti e toccati” nella realtà più profonda della nostra vita: la nostra identità di figli amati.

d) I frutti del discernimento: vita nuova in Cristo

Discernere la volontà del Padre, contemplando e rimanendo nella Parola fatta carne e che abita in mezzo a noi, ci aiuta a discernere i segni dei tempi per portare frutti di vita nuova in Cristo. “E voi non avete ricevuto uno spirito da schiavi per ricadere nella paura, ma avete ricevuto uno spirito da figli adottivi per mezzo del quale gridiamo: «Abbà, Padre!». Lo Spirito stesso attesta al nostro spirito che siamo figli di Dio” (Rm 8,15-16). “Ma voi non così avete imparato a conoscere Cristo, se proprio gli avete dato ascolto e in lui siete stati istruiti, secondo la verità che è in Gesù, per la quale dovete deporre l'uomo vecchio con la condotta di prima, l'uomo che si corrompe dietro le passioni ingannatrici e dovete rinnovarvi nello spirito della vostra mente e rivestire l'uomo nuovo, creato secondo Dio nella giustizia e nella santità vera” (Ef 4, 20-24).
A questo punto torniamo all’inizio della nostra riflessione, quando abbiamo ricordato la lettera “Formazione … trasformazione nell’amore”, per affermare che il discernimento, che è uno degli elementi della trasformazione nell’amore, è un processo di configurazione alla vita nuova in Cristo. I frutti del discernimento nascono e maturano in un cuore nuovo, un’intelligenza rinnovata, una gioia più vera e consistente, un modo più vivo e palpitante nell’affrontare la vita e la missione come prima non immaginavi neppure che fosse possibile. San Paolo ce ne parla nei suoi scritti e ogni santo l’ha testimoniato con la vita, le opere e con un cambiamento radicale di vita e pensiero. Se questo è stato possibile a tanti uomini e donne, anche per noi lo è allo stesso modo. La nostra vocazione fondamentale è “diventare figli nel Figlio”, nella luce e forza dello Spirito Santo, assumendo la vita nuova che Gesù ci comunica e realizzando la volontà del Padre. Accogliere, discernere e vivere intensamente questo dono e mistero è la nostra risposta più consistente all’amore misericordioso e trasformante di Dio per noi, per ognuno di noi.

Sintesi degli elementi biblici sul discernimento

Cercando di riassumere il percorso che abbiamo fatto, possiamo elencare alcune affermazioni sul discernimento, secondo la Sacra Scrittura:

a) Il discernimento è la capacità di distinguere il “bene dal male” (Eb 5,14) e imparare a fare quello che è “buono, gradito e perfetto” agli occhi di Dio (Rom 12,2);

b) Il discernimento è un processo quotidiano centrato sulla Parola del Signore che è “davanti al mio volto”. È la Parola creatrice e fecondante di Dio che porta con se la forza per trasformare la vita della persona e della comunità. Questa Parola è “davanti al mio volto” nell’“oggi” della mia vita e della vita della comunità. La Parola mi viene data per compiersi “oggi” (Is 55, 10-11);

c) La Parola posta “davanti al tuo volto” (Dt 30, 15-20) e la Parola che si fa carne e pone la sua dimora in mezzo a noi (Gv 1,14) ci ricorda che il processo di discernimento si decide sul terreno fecondo e complesso dei rapporti esistenziali. Contemplare il “volto della parola” in Gesù di Nazareth e il volto dei fratelli e delle sorelle è necessario per creare la comunione per vivere il discernimento. Senza comunione non si fa discernimento sereno e fraterno;

d) Il discernimento è il “pane quotidiano” che ogni discepolo e comunità è invitato a “mangiare”. Questo ci ricorda che il discernimento non è soltanto un momento nel processo di trasformazione nell’amore, ma è uno stile di vita, un modo di essere. Ogni giorno siamo invitati a discernere e vivere il volere del Signore nella missione che ci affida per portare frutti di vita nuova (Gv 15, 1-8; Ef 4, 20-24; );

e) Il discernimento è un processo vissuto in “chiave cristologica” dove la vita, passione, morte e risurrezione di Gesù, è il criterio fondamentale e definitivo per discernere la volontà del Signore sulla nostra vita personale e sulla vita della comunità. “Sono stato crocifisso con Cristo e non sono più io che vivo, ma Cristo vive in me. Questa vita nella carne, io la vivo nella fede del Figlio di Dio, che mi ha amato e ha dato se stesso per me” (Gal 2,20);

f) “Leggere la storia” e discernere i “segni dei tempi” per accogliere la presenza del Regno di Dio e del Dio del Regno. Quest’atteggiamento è fondamentale per evitare di vivere il discernimento in un modo troppo metafisico, lontano dalla realtà della storia. Dio manifesta la sua volontà per mezzo della Parola e degli avvenimenti della storia (Mt 11,25-27);

g) Il discernimento porta con sé anche il dolore. Il simbolo del “torchio”, che è il senso del Getsemani, ci ricorda proprio questa realtà. Sull’esempio di Gesù, ogni persona e comunità, troverà il suo momento di Getsemani. Quello che ha sostenuto Gesù in quest’ora è stato il suo rapporto di figliolanza con il Padre: “…la tua volontà si compia o Padre”. In questa sorgente di paternità e figliolanza la persona e la comunità troveranno la forza per mantenersi fedeli alla volontà del Padre, anche quando all’orizzonte c’è la croce (Mc 14, 32-42).


2 - Il Discernimento secondo il carisma

La realtà del discernimento è una dinamica che ha sempre fatto parte dell’uomo biblico, della vita del cristiano e della vita consacrata come cammino interiore nel quotidiano. Il quotidiano con tutte le sue vicende esteriori e interiori, è il luogo in cui Dio si fa incontrare, e noi gli rispondiamo attraverso le scelte che Lui stesso ci suggerisce per l’azione dello Spirito Santo. Per tanto tempo si è ragionato come se solo qualcuno fosse in grado di capire il significato e i contenuti della Parola da vivere, ma lo Spirito è dato a tutti, e nello Spirito tutti hanno accesso a Dio e ai contenuti della sua Parola.
Nell’affrontare il tema del discernimento in vista della significatività della nostra vita personale e delle nostre opere, non possiamo dimenticare il carisma che abbiamo ricevuto, quello che Dio ha ispirato a don Calabria e ha suscitato nella Chiesa. Ritengo opportuno fermarci negli scritti del Padre e nelle nostre Costituzioni, che sono la “magna carta”, per vedere questo processo e come oggi insieme alla Parola di Dio dobbiamo ascoltare quello che lo Spirito ha ispirato sia al Fondatore come alla Chiesa nell’approvazione delle Regole che sono via di santità per chi è chiamato a vivere questa vocazione.

A - Il Discernimento negli scritti di San Giovanni Calabria

Per affrontare il tema del discernimento negli scritti di San Giovanni Calabria dobbiamo tenere presente i contenuti sviluppati nell’itinerario biblico sopra esposto; e a partire da questi immergerci nel suo pensiero e nel suo vissuto per capire ciò che è indispensabile per il nostro carisma, sia a livello personale che nelle scelte dell’Opera.
Don Calabria ha cercato sempre il volto di Dio facendo l’esperienza della Parola, una Parola che era ascoltata e meditata profondamente. L’unità con Dio era manifestata in una vita che penetrava i misteri di Dio cercando il suo volto negli eventi quotidiani. Don Calabria nella relazione con Dio trovava la sua pienezza e la realizzazione della propria vocazione. Quando la Chiesa ha riconosciuto ufficialmente la santità di Don Calabria, ci ha dato la garanzia che lui aveva vissuto questo rapporto di intima comunione con Dio rendendo visibile il Suo volto alle persone, principalmente ai piccoli e ai poveri. Questa resta la missione principale dell’Opera nel mondo di oggi quando trasmette il carisma che le è stato affidato.
Per don Calabria fare la volontà di Dio era il centro della vita e dell’attività. Tutta la sua tensione fu sempre a immedesimarsi nel cuore di Dio, contemplando il suo volto attento a ogni “cenno” che veniva da Lui, “Sii sempre pronto ad ogni cenno della volontà di Dio, diceva ai suoi religiosi, e pronto a ese¬guirla. Il servo non deve cercare: quae sua sunt, sed... del grande Padrone. Allora sì, quando verrà, dirà: Vieni o servo buono e fedele, entra nel gaudio del tuo Signore” . Il grado massimo del discernimento personale e per tutta l’Opera era per lui la ricerca costante della volontà di Dio: “La Casa, tutta la nostra famiglia religiosa, deve tenersi pronta ai cenni del Signore, allorquando gli piaccia di adoperarci per il bene della società, perché, come tante volte vi ho detto, nei disegni della Provvidenza, la nostra Opera credo proprio abbia una speciale relazione con l'attuale momento dell'umanità e dobbiamo quindi essere strumenti docili in mano del Signore” . Per lui essere attento a ogni cenno del Signore voleva dire vivere un continuo rapporto di comunione con il Padre. Potremmo dire che egli cercava il rapporto con il volto del Padre tramite la Parola, cercava il Suo volto e l’unità con Dio in ogni movimento mettendo in atto la ricerca costante della Sua santa volontà.
Negli scritti del Padre non troviamo la parola “discernimento”, ma il significato di questo processo è molto presente inteso come ricerca quotidiana della volontà del Padre che costituiva un vero e proprio stile di vita. Spesso lui raccomandava di essere attenti per non spostarsi dalla volontà di Dio. L’onda della radio era la felice immagine che usava di frequente: “A Satana, nemico acerrimo dell’Opera, basta un solo spostamento, come avviene dell'onda della radio, perché non sia come Gesù la vuole” … “Noi siamo come tanti apparecchi radioriceventi, che siamo in contatto d'onda (sintonizzati, dicono i tecnici) con una radio emittente centrale, che è Cristo Gesù. L'apparecchio ricevente ritrasmette e diffonde tutto quanto riceve dalla emittente ma, se si perde il contatto d'onda, addio trasmissione. L'emittente può al¬lora trasmettere della musica meravigliosa, di¬vina, ma l'apparecchio ricevente tacerà o tra¬smetterà altre cose, per esempio un semplice di¬sco scelto a capriccio, non già trasmesso dalla volontà della centrale emittente. È proprio così. Noi siamo umilissimi apparec¬chi, ma uniti a Cristo possiamo diffondere at¬torno a noi le armonie divine del suo amore, della sua grazia, della sua pace. Ma guai se crediamo di essere noi a fare il bene, a convertire le anime... ricordiamoci che noi rimaniamo sempre dei semplici strumenti, e quanto più dimentiche¬remo noi stessi per far vivere e manifestare Cristo in noi, tanto più il nostro apostolato sarà efficace. Non siamo noi che dobbiamo vin¬cere le menti e i cuori dei peccatori, ma la ve¬rità che è Gesù Signore nostro. Se le anime che avviciniamo si accorgono invece che mettiamo in mostra noi stessi, non ci ascolteranno più” . Per don Calabria era molto chiaro che la nostra vita e le nostre opere sono vere quando testimoniano la presenza di Cristo, quando siamo uniti tra noi e rimaniamo in Lui. Il processo di discernimento visto da quest’ottica ci aiuta a vedere la significatività della nostra vita e delle nostre opere, perché altrimenti la “musica”, per usare il linguaggio figurato di don Calabria, può essere buona ma non è la “musica” che viene trasmessa direttamente da Gesù in unità con il Padre per il mondo di oggi. La realtà del discernimento cambia completamente la visione della nostra vita e ci stimola a essere sempre aperti a ogni cenno del Signore e ai segnali che ci vengono dalla storia per mantenerci significativi nella realtà del mondo di oggi con tutte le sfide che si presentano.
“L’intuitu Operae” (in vista dell’Opera) è un altro elemento fondamentale del percorso di discernimento per noi membri della Famiglia Calabriana. Purtroppo questa espressione ha perso un po’ della sua forza originaria e oggi siamo chiamati a recuperarla non solo come espressione verbale, ma come atteggiamento di vita. “… tutto intuitu Operae; come si estende il van¬taggio, non solo ai membri ma a tutti coloro che hanno relazione con l'Opera. Opera attuale, una grande Opera, ma grande responsabilità, come l'arca. Bilance in equilibrio: basta un piccolo peso, il piatto tra¬bocca; ba¬sta una piccola trasgressione e l'Opera non è più quella; le grandi cose fatte di piccole cose; la radio, onda...” È un criterio di discernimento molto importante perché don Calabria aveva la certezza che l’Opera ha una missione concreta da svolgere nel mondo e per questo Dio l’ha suscitata in questo momento storico particolare. Perciò tutte le scelte che vengono fatte devono essere sempre “intuitu operae” per compiere e attingere il centro della volontà di Dio per la missione della vita e dell’Opera. Altrimenti possiamo fare delle grandi cose, bellissime cose, ma se sono fuori del carisma o prive dell’“intuitu operae”, esse ci portano fuori da ciò che è nel progetto e volontà di Dio e che siamo espressamente chiamati a svolgere. Questo evita distorti personalismi e miseri desideri di grandezza umana, quando non autentiche megalomanie, mantenendoci nell’umiltà e nella ricerca della volontà di Dio.
Il Padre aveva un metodo molto particolare per il discernimento della volontà di Dio sia nelle piccole cose quotidiane, sia nelle grandi scelte. Era molto attento alle ispirazioni interiori (durante la preghiera, la meditazione della Parola, la santa messa, l’ufficio divino …). Quando le ispirazioni gli chiedevano di fare qualcosa per il bene delle persone, o della Chiesa, era solito sottoporle al discernimento del suo Padre Spirituale, il quale a sua volta richiedeva dei “segni” per capire se era volontà di Dio o meno. Si consigliava con l’autorità della Chiesa (Vescovi e Cardinali), e con personaggi spirituali autorevoli (P. Vianello, P. Lombardi, P. Gemelli …). Don Adami per esempio diceva spesso che il Padre davanti a certe scelte si poneva sempre la seguente domanda: “Se questo è volontà di Dio e se è volontà di Dio se vuole che lo faccia io o l’Opera” . Credo che questo criterio nel discernimento deve essere molto considerato perché la nostra Opera sia conforme alla volontà del Signore. Non sempre quello che è volontà di Dio dobbiamo farlo noi, può essere che Dio chiami altre persone a farlo. Nella preghiera e nel discernimento devo vedere ciò che Dio mi chiede nell’Opera di fare.
La vita interiore era da lui vissuta sia come ricerca della volontà di Dio, ma anche come atteggiamento costante per essere in “sintonia” con il volere del Padre. Per don Calabria il discernimento aveva il significato di una piena “sintonia” della vita della persona con la volontà di Dio e la ricerca del suo Regno in un sincero e concreto abbandono alla divina Provvidenza. Insieme alla vita interiore, l’umiltà e la carità sono altri due pilastri per vivere la fiducia totale nelle mani del Padre. Solo la santità di vita ci può dare la certezza di vivere l’Opera come la vuole Gesù nel disegno di Dio attenti alle piccole cose: “Miei cari fratelli, per amor di Dio, facciamoci santi, con lo spirito puro e genuino dell'Opera dei Poveri Servi. Il demonio freme e basta un'onda piccola per cambiare la trasmissione della radio. Basta una piccola cosa, perché quest'Opera non sia come la vuole Gesù. Quello che Gesù vuol fare sono cose grandi in mezzo a noi, ma se noi sa¬remo Poveri Servi nel vero senso della parola” .
Continuando questo stesso pensiero di Don Calabria, dobbiamo ribadire l’irrinunciabile importanza del discernimento al fine di mantenere la fisionomia che è tutta speciale di quest’Opera, “La nostra Opera, l'Opera dei Poveri Servi, ha dal Signore una impronta e una fisionomia tutta speciale, tutta propria dei tempi presenti; guai se la si cam¬biasse! sarebbe la rovina e la morte dell'Opera. E quindi il demonio, grande spione, sta attento, ha cercato e cercherà di fare che questa impronta e questo spirito puro e genuino dell'abbandono in Dio e nella sua Provvidenza si sposti; attenti! perché basta un minimo, un istante per cambiarlo: come negli apparecchi radio un leggero spostamento basta a far perdere l'onda e la trasmissione” . Guai a noi improvvisare qualche adattamento senza la minima preoccupazione di combattere contro l’astuzia del nemico che farà di tutto per distruggere la nostra comunione con Dio e la missione dell’Opera così come Dio la vuole. Il tema del discernimento ci richiama ancora una volta alla grande grazia e alla grande responsabilità di ogni appartenente all’Opera.
Possiamo riassumere il pensiero di Don Calabria sul discernimento come una costante ricerca e centralità della volontà di Dio manifestata e maturata nella preghiera, nell’ascolto della Parola, nel confronto con il padre spirituale o con chi ha il dono del discernimento per manifestare i grandi disegni dell’Opera nel mondo: “tutto intuitu operae”.
Una cosa che mi colpisce in don Calabria: che tutto questo processo di discernimento aveva come punto finale e massima ispirazione la contemplazione del volto di Cristo: “ai piedi del mio crocifisso”. Le sue lettere e le grandi ispirazioni erano contemplate nel volto di Gesù sulla croce, tutte le grandi e piccole decisioni sono state contemplate e assunte davanti alla passione di Gesù. Essa è l’elemento fondamentale di tutto processo di discernimento come ci ricorda sant’Ignazio: è nella contemplazione del volto di Cristo nella sua passione, dove si maturano e realizzano le opere di salvezza perché questa è stata la strada scelta dal proprio Gesù per salvare l’umanità.
Per addentrarci ancora di più nel pensiero carismatico vediamo più da vicino quello che le nostre Costituzioni ci mostrano come cammino di discernimento. Infatti, come ci diceva don Calabria, è nelle regole che possiamo trovare la forma concreta dove si manifesta la volontà di Dio per tutta l’Opera e la missione che essa ha nella società.

B - Il Discernimento nelle Costituzioni

Abbiamo fatto un percorso di ricerca negli scritti del Padre per vedere più da vicino il suo pensiero sul discernimento personale, sulla significatività della nostra vita e delle nostre opere affinché siano in conformità al nostro carisma e portatrici della centralità di Dio-Padre, unica ragione della nostra vita.
Insieme agli scritti abbiamo le Costituzioni, chiamate da don Calabria la ‘magna carta’ per camminare secondo la volontà di Dio. Vorrei prendere tre spunti delle Costituzioni che ritengo fondamentali, tra tanti altri, per aiutarci nella nostra riflessione perché ci portano ad addentrarci sempre di più nel pensiero del Padre e sul come vivere oggi concretamente lo spirito puro e genuino dell’Opera con una vita e una missione che parla per se stessa della centralità di Dio.

“La missione specifica dell’Opera impegna il Povero Servo a cercare il Regno di Dio vivendo di pura fede, nell’abbandono totale a Dio Padre e alla sua Provvidenza, senza angustie nelle difficoltà, senza ansie, senza calcoli umani, senza preoccupazioni. Il Povero Servo è sicuro che nulla di necessario gli mancherà mai, perché Dio è fedele alle sue promesse”. Il discernimento, secondo il principio della missione specifica dell’Opera, ci deve aiutare a cercare sempre quello che è essenziale, il Regno di Dio, e vivere di pura fede nell’abbandono e affidamento totale al Padre. Tutto ciò che ci porta fuori da questo centro, ci porta fuori dal nostro cammino di comunione e unità con Dio e dalla nostra vocazione all’interno dell’Opera. L’atteggiamento di totale abbandono alla divina Provvidenza ci fa vivere la nostra vita e le nostre attività nella piena fiducia e nella serenità che siamo nelle mani del Padre che non ci abbandona. L’affidamento è uno degli elementi essenziali del discernimento che ci dona la profonda gioia del cuore, non la gioia “frizzante” di un momento, ma la gioia vera di chi è nelle mani del Padre abbandonato a Lui.

“Per irradiare nel mondo lo spirito dell’Opera, i Poveri Servi, fedeli alla missione di essere nella Chiesa un pugno di lievito evangelico, cercheranno di compiere nella comunità locale, ecclesiale e civile, opera di sensibilizzazione a favore dei poveri, affinché tali comunità si aprano ad essi con accoglienza fraterna…” . Vivendo la missione specifica possiamo veramente essere lievito evangelico, fermento nella massa, irradiando lo spirito dell’Opera nella società e nella Chiesa. Il discernimento in questo senso ci fa progredire nella significatività delle nostre comunità e nella missione a loro affidata. Penso sia molto importante essere consapevoli della rilevanza della nostra testimonianza evangelica e di una scelta che ci renda sempre più vicini ai più poveri.

“Le nostre opere, presenti e future, per essere legittime e genuine, corrispondenti al fine specifico della Congregazione, dovranno portare sempre l’impronta e il sigillo del ‘non v’angustiate…’. Nessuna opera di bene, nessuna anima sia esclusa per questo solo motivo che mancano i mezzi: questi non verranno a mancare, se con fede riceviamo quest’anima e con fede ci prestiamo a quest’opera”. Il fondamento delle nostre attività e la nostra vita come membri della famiglia Calabriana è la fede e l’abbandono totale. Su questo punto vi propongo ancora di meditare, sulla domanda che già ponevo nella mia lettera Primi passi verso Galilea: “se alle nostre opere togliamo la fede, cosa ne rimane?” Il senso soprannaturale che le nostre opere devono manifestare, e che così tanto don Calabria ci chiedeva, non può mancare neppure oggi sia nelle nuove forme di gestione amministrativa delle opere sia nell’uso dei moderni mezzi tecnici e nelle competenze professionali. Tutto questo deve rientrare in un uso corretto della provvidenza che il Signore ci invia.

Penso che sia molto importante che il discernimento venga sempre fatto seguendo fedelmente ciò che lo spirito puro e genuino dell’Opera ci suggerisce. Non temiamo le sfide che possiamo trovare nel cammino della revisione della nostra vita personale e delle nostre opere. Possiamo avere tante tentazioni che ci portano fuori dal nostro spirito e tante sfide nelle scelte personali e di Opera che ci fanno dubitare; tutto può e deve essere vissuto come un’opportunità di crescita: “… o cari, non temiamo le tentazioni, esse sono per noi quello che la battaglia è per il soldato, quello che è la tempesta per il nocchiero, cioè una bellissima occasione di mostrare a Dio la nostra abilità, la nostra fedeltà, la fermezza dei nostri proponimenti, l'amore che gli portiamo; la tentazione è la pietra di paragone che fa discernere la vera virtù dalla falsa” . Abbiamo tanto bisogno di purificare il cuore per cercare sempre di più la centralità di Dio. Questa purificazione del cuore è la “metanoia” che ci porta ad un atteggiamento di totale attenzione del cuore per mantenere sempre il centro del cuore in Lui. In questa ricerca della purificazione del cuore siamo chiamati a vivere il discernimento quotidiano come ha fatto don Calabria lasciandoci trasformare dallo Spirito Santo.


3 - Un cuore che cerca la centralità di Dio

“Crea in me, o Dio, un cuore puro, rinnova in noi uno spirito saldo …” (Sl 50, 12).
Il discernimento è l’arte di purificare il cuore per contemplare Dio come Gesù stesso ci ha promesso: “Beati i puri di cuori perché vedranno Dio” (Mt 5,8). L’occhio limpido del cuore che vede all’aperto, grazie alla sua purezza, Colui alla cui vista i serafini si coprono il viso; dato che il cuore puro è quello che ama. Una grande conoscenza è figlia di un grande amore. È l’amore che ci fa conoscere.
Il cuore conosce Dio per mezzo delle ispirazioni interiori, dal di dentro. Lo Spirito Santo infatti ci suggerisce le idee, la sua voce si fa sentire. Don Calabria, come abbiamo visto, seguiva molto le ispirazioni interiori alla ricerca della volontà di Dio. “Il cuore, dicono, assomiglia ad una fontana. Se è pura, il cielo si riflette in essa. Similmente nel cuore puro si riflettono i pensieri divini” . Quanto è necessaria l’interiorità e la purificazione del cuore per il discernimento! Esso ha il significato di mettersi davanti al volto di Dio tramite la Parola. Ma ripetere costantemente questo bisogno di purificare il cuore potrebbe sembrare un’idea molto centrata in se stessi, ma si evita questo pericolo se questa dinamica interiore viene condivisa con il padre spirituale, nella comunità o nel confronto con chi, anche per motivi istituzionali, ha il compito di aiutarci nel discernimento. Non si può rimanere soli con queste ispirazioni interiori, centrati in se stessi. È necessario condividere nella fede perché altrimenti mi creo un mondo chiuso in me stesso dove è solo ciò che penso io ad essere volontà di Dio. Cadiamo nell’idolatria dell’io che è proprio il modo di togliere il posto a Dio. Solo chi vive una grande interiorità è capace di condividere l’esperienza della centralità di Dio dal profondo cercando la Sua volontà e condividendola. Solo il cuore che appartiene a Dio è capace di donarsi in una relazione di amore e condivisione totale per vivere la Sua presenza in noi: “Dammi il tuo cuore! Ciò vuol dire: figlio mio, dammi ciò che è il centro di te stesso, la tua causa, il principio regolatore della tua vita, il tuo ritmo sensibile, affettivo e intelligibile. Raggiungi la tua sorgente! Pulsa insieme con Me!” .
Il cuore viene purificato soprattutto dall’amore. Solo chi ama l’altro lo comprende. Il cuore puro ci fa conoscere Dio e gli altri. In chi davvero arriva a questa intimità e centralità di Dio, la vita diventa significativa. Così ha fatto Don Calabria.
Guardando più da vicino la vita di San Giovanni Calabria, possiamo dire che tutta la sua vita è stata centrata nella ricerca della volontà di Dio. Fare la volontà di Dio era il suo pane quotidiano e la faceva proprio con la consapevolezza di vivere la centralità di Dio nel suo cuore. Egli viveva il “Cercate prima il Regno di Dio e la sua giustizia …” nell’affidamento totale al progetto del Padre. Un progetto che anche oggi, e per tutti noi, si realizza nel cuore che ascolta la Parola di Dio e che in questo modo vive il processo di trasformazione.
Il cuore, come avevamo accennato già nella mia lettera precedente, è l’organo dell’ascolto: si ascolta con il cuore . Il cuore infatti è l’organo che custodisce l’insieme, la totalità, la bellezza della persona. Il processo di discernimento ci aiuta a liberare il cuore dal dilagare del proprio io, per cercare sempre la centralità di Dio, per vivere la dimensione del suo amore in noi e la comunione con il Creatore e con i fratelli. È un passaggio molto sottile che ogni giorno spesso prende la forma di un amore alla propria volontà e non alla volontà di Dio. Questo non ci aiuta a edificare una vera centralità nell’amore di Dio e pian piano si cade nella trappola di un amore a se stessi e ai propri progetti. “Difatti alcuni si rendono conto della trappola proprio quando dicono a voce alta, oppure formulano nella preghiera: ’questo pensiero lo sento così mio, questo progetto è proprio per me, lo sento a mia misura, questa realtà mi piace molto, la sento mia, questa è una mia scelta … Proprio questo “mio” così calcato deve far insospettire una persona spirituale, che sa bene che se una cosa le piace o non le piace, se la sente sua o no, conta ben poco … .
La dimensione del passaggio “dall’Io a Dio” equivale a cercare nel cuore l’amore del Signore lasciandoci trasformare dal Suo amore. Passare “dall’Io a Dio” è determinante perché ci permette di vivere e di cercare con libertà ed energia il Regno di Dio e la sua giustizia, centro del nostro carisma. Tutto il resto viene dopo. È fondamentale il processo di discernimento su questo punto perché la centralità di Dio, la sua volontà di Padre è tutto per noi. La nostra vita e le nostre opere manifesteranno non noi stessi, ma Lui e solo Lui così come ha fatto don Calabria.
Il processo di revisione delle opere deve portarci ad un serio discernimento su come viviamo l’abbandono e la fiducia nella divina Provvidenza. Le nostre scelte non si fondano su criteri puramente umani, ma si formano progressivamente in base a una lettura di fede dei fatti e delle situazioni e in conformità allo spirito puro e genuino dell’Opera cui garante ultimo è sempre la figura carismatica del Casante, che, come diceva don Calabria, avrà lumi speciali per questo discernimento.
Il discernimento deve portarci a purificare il cuore, a far sì che esso appartenga solo a Dio in modo che la centralità di Dio ci permetta di capirne pensieri e sentimenti e aprirci alla ispirazione dello Spirito Santo. “Poiché si appartiene a Dio, a Lui ci si è consegnati, il Signore agisce su di noi agendo in noi. Dio entra nel nostro cuore attraverso i nostri pensieri e i nostri sentimenti in modo soave, garbato, senza rotture, senza che noi percepiamo una forzatura, un’azione dal di fuori, a noi estranea, che ci possa turbare, inquietare, rattristare, mordere la coscienza. I pensieri e i sentimenti mossi e ispirati dallo Spirito Santo si presentano al cuore umano così come il padrone entra nella sua casa, senza bussare, senza forzare la porta, ma semplicemente aprendo ed entrando, perché è a casa sua …” . Questo atteggiamento quotidiano nel cristiano e nella persona che cerca Dio nella sua vita, è ancora più significativo e necessario per noi membri della Famiglia calabriana, chiamati a vivere la centralità di Dio con tutto il cuore perché solo in questa comunione si realizza la nostra vocazione. “Il Povero Servo vive la sua consacrazione religiosa come testimonianza del primato di Dio su qualsiasi altra persona o cosa. Egli ama Dio con tutto il suo cuore, con tutta la sua anima, con tutta la sua mente e lo serve nei fratelli nell’unico intento di portarli a Dio. Perciò egli considera la vita spirituale e l’unione con Dio come il principio ispiratore della sua vita e a Dio riconduce ogni sua azione”.
Sono molte le tentazioni e i pericoli sulla via del discernimento, molte le seduzioni che possono portarci ad allontanarci da un vero atteggiamento di ascolto della voce di Dio. La “vigilanza del cuore” è uno dei mezzi, antico e sempre nuovo, che la tradizione patristica ci suggerisce per custodire il cuore puro e indiviso. Quanto è opportuno vivere questa vigilanza del cuore! “Non entrare nella tentazione implica una decisione del cuore: ‘Là dove è il tuo tesoro, sarà anche il tuo cuore … nessuno può servire a due padroni’ (Mt 6,21.24). Se viviamo nello Spirito, camminiamo anche secondo lo Spirito (Gal 5,25). In questo consenso allo Spirito Santo il Padre ci dà la forza. Nessuna tentazione vi ha finora sorpresi se non umana; infatti Dio è fedele e non permetterà che siate tentati oltre le vostre forze; ma con la tentazione vi darà anche la via d’uscita e la forza per sopportarla (1Cor. 10,13)”.
Fa parte di questo atteggiamento quello che chiamiamo “esame di coscienza”, esercizio forse non molto praticato al giorno d’oggi, ma che Don Calabria proponeva con energia: “Carissimi, (diceva ad un gruppo di allievi) rientrate in voi stessi, esaminate la vostra coscienza, guardate di vedere se per somma sventura siete nello stato di tiepidezza e subito fate il fermo proponimento di uscirvi; ricordatevi che un giorno sarete sacerdoti santi, se adesso, con la grazia di Dio, sarete giovani santi, fervorosi, tutti di Dio. Le vostre orazioni, i vostri esercizi di pietà, le vostre sante regole, in una parola tutta la vostra vita sia da vero figlio di questa santa casa, esaminate i punti più deboli e questi esponeteli al vostro padre spirituale e pregatelo che vi abbia a dirigere alla via della perfezione, la quale consiste in un grande amore di Dio, e per conseguenza, nell'aborrimento di qualunque offesa al Signore per piccola che sia quando è deliberata” .
La custodia dei sensi, l’ascesi dello sguardo, della bocca, delle orecchie … sono relativi all'attenzione del cuore, in quanto permettono di trasportare la vigilanza nello spazio interiore in cui avviene la lotta. E in questo senso, vigilanza ed attenzione diventano la “fatica del cuore”, un’ascesi attraverso la quale è possibile operare quella purificazione necessaria per rendere efficace l’azione della “spada dello Spirito, cioè la parola di Dio” (Ef 6, 17). “Ogni carisma è dato con la fatica del cuore. E il carisma della vigilanza non lascia entrare i pensieri o, se entrano, non permette loro di nuocere ….».
La voce interiore del discernimento si fa possibile nell’intimità della persona, per questo è molto importante l’attenzione del cuore, la purificazione del cuore perché è l’organo dell’ascolto. Se il cuore non è purificato e centrato in Dio il discernimento non sarà possibile in modo organico e armonico. Tutto ciò che si riferisce alla persona può anche essere applicato alla comunità, alle famiglie, che hanno bisogno di silenzio interiore e purificazione per cercare insieme alcuni criteri di discernimento.
Oltre a tutto questo teniamo anche presente che la strada del discernimento non la si può percorre da soli, abbiamo bisogno di confrontarci con una guida spirituale sicura, che sia davvero imbevuta di una sapienza spirituale autentica, che ci porti nel cammino della santità. Don Calabria stesso, era molto attento anche alle mediazioni, le sapeva vedere con occhi di fede, cioè come persone che la Provvidenza stessa aveva posto come guida per il suo cammino.


4 - Criteri verso una revisione delle opere

Prendendo spunto da tutto ciò su cui abbiamo riflettuto fino ad ora, credo molto opportuno individuare e proporvi alcuni criteri che ci aiutino a percorrere il cammino verso una vera significatività sia della nostra vita cristiana e di consacrati, sia delle nostre opere.

A - Mezzi per il discernimento

Per una significatività della nostra vita personale, comunitaria e delle nostre opere, vorrei indicare sinteticamente alcuni mezzi che, già accennati nel corso della lettera, ritengo importanti in questo processo di discernimento. Mezzi che ci permetteranno di orientare tutta la nostra vita e la nostra missione alla ricerca del Regno di Dio come fondamento principale del nostro carisma. Vorrei che su questi punti potessimo meditare e arricchire la nostra riflessione per vedere concretamente come stiamo vivendo.

a) La preghiera

Il combattimento e la vittoria spirituali sono possibili solo nella preghiera. È grazie alla preghiera che Gesù è vittorioso sul tentatore, fin dall’inizio del suo apostolato e nell’ultimo combattimento della sua agonia. Nella preghiera si esprime la vigilanza del cuore e nella preghiera Egli chiede al Padre di custodirci nel suo nome. La vigilanza nella preghiera è custodia del cuore.
È attraverso la preghiera che si arriva al vero discernimento. Solo attraverso la preghiera posso arrivare a vedere con chiarezza come agisce in me lo Spirito Santo, quali sono i pensieri da seguire, quale il mio ragionamento più spirituale, quali i punti più sensibili dello Spirito, quali gli stati d'animo da custodire e quali da evitare …, quali i pensieri da non prendere sul serio perché ispirati dal tentatore … Si giunge così a una notevole conoscenza di sé sotto l'aspetto spirituale.
La preghiera e la vita interiore sono fondamentali per tutto il processo di discernimento, perché è nel silenzio e nell’interiorità dove si manifestano i sentimenti e l’ispirazioni di Dio nel nostro cuore. La persona che non prega e non cerca l’interiorità non può trovare la via del discernimento nel quotidiano. Vi raccomando la vita interiore come ci diceva spesso don Calabria.
Il centro della nostra preghiera deve essere il Padre. In un rapporto di figliolanza, che ci ha insegnato lo stesso Gesù, apriamo i nostri cuori ad addentrarci nella relazione filiale. “La visione globale della fede che illumina tutta la nostra vita richiede come elemento unificante del nostro essere e del nostro agire la vita spirituale, e perciò la preghiera, l’unione con Dio, l’azione apostolica come mezzo di santificazione, l’offerta continua al Padre di ciò che si è e si fa, l’accoglienza della sua Parola, l’abbandono alla sua volontà, ricordando che nulla siamo e nulla possiamo senza il Signore”.
Quando Gesù ci ha insegnato a dire “Padre”, ci insegna che nella preghiera bisogna sentire il palpito di un cuore di figlio, ci insegna che la preghiera è cordialità, semplicità, abbandono, umiltà, sentirci figli. Se viviamo questo rapporto nella preghiera di profondità con Dio diventa una relazione di tenerezza e profondità che ci aiuta a cercare la volontà di Dio anche nei momenti più difficili della nostra vita come ha fatto Gesù nel Getsemani.
La preghiera per il discernimento deve essere oltre centrata nel Padre, una preghiera d’ascolto. L’ascolto di Dio è il cuore della preghiera perché solo l’ascolto mi porta a fare la volontà di Dio “Non chi dice: Signore, Signore … ma chi fa la volontà del Padre mio entrerà nel Regno” (Mt 7, 21). Entrerà nella mia vita, sarà il mio intimo. “È quando siete abituati alla preghiera di ascolto che comincia a spuntare in voi il cristiano vero. Perché la preghiera di ascolto in sostanza è imparare a calarsi nella profondità della vostra coscienza, cioè nella profondità della volontà di Dio su di voi”.
Nella preghiera il posto centrale spetta alla Parola di Dio. I testi di riferimento che devono nutrire la nostra preghiera sono due: il libro della Parola di Dio e il libro della nostra vita.

b) La Parola di Dio

La Parola è una Persona, un volto che mi parla. Siccome la Parola è una Persona viva, per conoscerla non ho bisogno di aggredirla con le mie idee, i miei preconcetti, ma devo piuttosto assumere quell’atteggiamento umile e accogliente che predispone a far sí che l’Altro si possa rivelare. È molto importante fermare nel cuore la Parola, “addomesticare”il proprio cuore ad essa.
Per il discernimento è molto importante la meditazione quotidiana della Parola di Dio, Lectio Divina, luogo in cui il Signore ci dona i suoi pensieri e suoi sentimenti per scegliere la via della santità ad ogni passo: “Lampada per i miei passi è la tua Parola, luce sul mio cammino” (Sl 118). La Parola si fa luce come la lampada affinché io possa vedere il cammino. Questo atteggiamento deve essere quotidiano e costante perché ad ogni passo ho bisogno della luce della Parola, non può essere occasionale “… non c’è nessuna possibilità di discernimento, se non si rimane aperti alla parola di Dio, se non la si prega e non la si studia continuamente. Colui che cerca Dio vive la sua Parola tra le mani e nel cuore; su di essa forma la propria coscienza, da essa attinge i propri criteri di valutazione e di scelta. Grazie ad essa ha discernimento”.
La Parola di Dio ci è data ogni giorno, come il pane quotidiano del cammino e strumento ordinario di crescita. La Parola mi è data nell’oggi perché si compia nella mia vita e nella storia.
La Parola davanti al volto di ognuno di noi pian piano si trasforma e diventa il volto di Cristo, vangeli viventi, custodendola nel cuore, di modo che scenda nel profondo dell’anima e si irradia nei pensieri e sentimenti. “Quella stessa Parola conservata-custodita dovrà concretamente durante il giorno diventare la radice d’ogni gesto e pensiero, affetto e desiderio, in modo che tutto nell’essere e nell’agire della persona trovi in essa la propria sorgente e forza, come fosse piantato in essa, esattamente come il tralcio che è unito alla vite …”
Ora la Parola di Dio insieme alla preghiera costituiscono il primo strumento di un buon discernimento spirituale, offrendo una chiave per comprendere ciò che avviene nel cuore dell’uomo. Sia nel discernimento personale come in quello comunitario la preghiera e la Parola di Dio sono fondamentali, perché lo Spirito suscita nei nostri cuori i suoi sentimenti. Questo è il passaggio riservato e più intimo del discernimento che deve essere confrontato successivamente.

c) Il padre spirituale

“Per conto mio, la voce e il tramite diretto della volontà di Dio è il padre spiri¬tuale. Che quell'anima stia in tutto e per tutto ubbidiente al proprio confessore, cer¬tissima di non sbagliare” .
La presenza del padre spirituale è molto importante nel processo di discernimento. Don Calabria lo chiamava sempre l’interprete della volontà di Dio perché a lui affidava tutto, e ci invitava ad essere un libro aperto con il padre spirituale per scoprire la volontà di Dio che si manifesta tramite le sue parole nel confronto continuo. “E prima di tutto le dirò che fino da chierico ebbi l'idea così come in embrione dell’Opera, fin da allora ho sempre mani¬festato tutto al mio Padre Spirituale che ritenni sempre come l'interprete della divina volontà, e a Lui con la grazia del Signore ho sempre ubbidito, e questo è e sarà per me motivo di grande conforto, specie quando mi troverò al punto della mia morte” .
La persona del direttore spirituale non è una persona con cui confidarsi come tra amici o da cui cercare persino consolazione per rassicurarmi che la mia volontà sia sviluppata e portata avanti. È molto serio il ruolo del direttore spirituale e dobbiamo cercare la persona giusta che ci aiuti nel discernimento e ci faccia crescere nell’esperienza di Dio nella nostra vita per vivere il cammino di santità. “Si tratta di cercare una persona che ci metta radicalmente di fronte al Signore, che ha nel cuore un solo desiderio, quello di servire il Signore e favorire nelle persone che ascolta l’opera che lo Spirito Santo sta già compiendo. Il padre spirituale è colui che guarda come nelle persone si compie la salvezza e come tali persone possono aprirsi di più alla redenzione e servire Cristo, perché la sua redenzione possa penetrare maggiormente nel mondo …” .
Nella testimonianza e nella vita di Don Calabria la persona del direttore spirituale è fondamentale, lasciamoci guidare da queste sue parole che ci aiutano a capire il senso e la necessità del padre spirituale nella nostra vita e nella ricerca della volontà di Dio.“Guai a voi se non vi consigliate, se non domandate, se non vi fate guidare, e questa guida deve es¬sere uno che vi conosce, che possa illuminarvi, guidarvi, e altro non è se non il Padre Spirituale, il Confessore. Ricordiamoci che nessuna scienza, nessun'arte si impara senza il maestro, e noi cerchiamo sempre il maestro più bravo, più intelligente, più sicuro per poter riuscire bene. Carissimi, noi dobbiamo come cristiani, imparare l'arte di farci santi e chi ce la insegnerà, chi ci guiderà? Un confessore stabile, e questo, quanto so e posso, io ve lo raccomando; un giovane, un cristiano che non ha una guida stabile, che è volubile, che cambia sempre confessore, difficilmente potrà andare avanti nella vita spirituale, conoscere e rimediare i propri difetti: sarebbe proprio come quel figliolo che volesse imparare l'arte del falegname o studiare e che invece di andare sempre all'officina di quel capo d'arte o maestro, cambiasse or l'uno or l'altro, non riuscirebbe mai a niente. Carissimi, se tanta cura si mette per imparare, per riuscire nelle cose temporali, quanta più ne dobbiamo mettere per riuscire nel grandissimo affare della nostra salute. Sceglietevi un confessore stabile e poi non siate così facili a cambiarlo” .

d) Il Casante

Nel pensiero di don Calabria la figura carismatica del Casante è di centrale importanza nel processo di discernimento sia per quanto riguarda le singole persone così come per l’Opera intera. “Miei cari fratelli, non vi dico cose nuove, vi ripeto e vi dico in nome di Dio quello che tante e tante volte vi ho detto. Io qui non sono altro che un povero custode, messo qui dalla divina Provvidenza per manifestare la bontà, la misericordia del Signore, ma fino a tanto che il Signore mi tiene qui, ricordatelo, mi dovete in tutto ascoltare, perché è questo uno dei tratti caratteristici dell'Opera: il Custode, il Casante presente e futuro avrà aiuti e grazie e lumi particolari dallo Spirito Santo, per condurre e guidare questo divino Bastimento che è l'Opera, la Famiglia dei Poveri Servi” . Riscoprire la figura carismatica del Casante è fondamentale, come ci ricorda bene don Calabria, per povero che sia ha questo compito fondamentale riguardo alla ricerca della volontà di Dio nel contesto storico attuale.
Quando don Calabria parlava della figura del Casante non pensava solo ai Fratelli interni, ma anche ai Fratelli Esterni e tutte le realtà che costituiscono l’Opera. Nel dialogo, nell’ascolto al Casante cercare sempre e solo la volontà di Dio. “… facciano conoscere ai Fratelli esterni, afflante Spirito Santo, la loro speciale vocazione nel mondo, il loro spirito, mutatis mutandis, deve essere uguale allo spirito dell'Opera: fede e vedere e ascoltare il casante presente e futuro con luce soprannaturale, vedere il Signore, e avrà sempre lumi particolari. Quale missione, quale premio, permeare ovunque, ma si deve corrispondere” .

e) La comunità religiosa

Nella ricerca della volontà di Dio e nel discernimento la comunità religiosa ha un ruolo che non può essere sottovalutato, come spesso invece accade. Soggetto primo della revisione delle opere deve essere la comunità religiosa locale, in un dialogo sia con le altre presenze dell’Opera (sorelle Povere Serve, Missionarie dei Poveri, laici) sia con le espressioni della Chiesa a livello locale. Così come abbiamo evidenziato la centralità della comunità nel processo di formazione, essa è indispensabile nel percorso di discernimento dell’azione sociale delle varie opere e di ogni singolo religioso. Sono i fratelli che sono chiamati a mettere in discussione il modo di vivere la mia vita. La comunità è strumento e garanzia della ricerca della centralità di Dio e quindi del mio cammino di santità.
Il Documento “Il servizio dell’autorità e l’obbedienza” pone in evidenza come la santità e la missione passano per la comunità, poiché il Signore risorto si fa presente in essa e attraverso di essa, rendendola santa e santificando le relazioni, come Gesù ci ha promesso di esser presente dove due o tre sono riuniti nel suo nome (cfr. Mt 18,20). Oggi la santità comunitaria è testimonianza convincente, forse più ancora di quella del singolo: essa manifesta il perenne valore dell'unità, dono lasciatoci dal Signore Gesù . Il cammino di santità diventa percorso che tutta la comunità è chiamata a vivere insieme. In questo caso il discernimento ci aiuta a vivere questa dimensione importante della testimonianza comunitaria nella ricerca della santità perché la missione sia significativa.
Nella fraternità animata dallo Spirito è importante il dialogo per scoprire la volontà di Dio al servizio del discernimento e della comunione, ascoltando ciò che lo Spirito dice alla comunità. Il discernimento vero e proprio coinvolge la comunità in tutte le decisioni. Questo discernimento comunitario non sostituisce la funzione dell’autorità alla quale aspetta la decisione finale. Il discernimento è momento tra i più alti della fraternità consacrata, dove risaltano chiaramente sia la centralità di Dio come fine ultimo della ricerca di tutti, sia la chiamata alla responsabilità e alla collaborazione di tutti verso la verità e la ricerca della volontà di Dio.
La volontà di Dio è una volontà di amore: è amore e perciò si realizza nell’amore. Ma nella vita, per realizzare le cose con Amore e per Amore, bisogna passare attraverso il mistero Pasquale, che comporta il sacrificio della nostra volontà, con un atto interiore, carico della passione pasquale, e ciò di fatto si realizza nel travaglio della nostra storia quotidiana.
Per quanto riguarda il discernimento comunitario nel corso dell’anno verranno indicati alcuni elementi concreti. Il discernimento fatto in comunità sta alla base della revisione delle nostre opere e ci porta ad approfondire un cammino di ricerca della volontà di Dio. Infatti è la comunità il luogo teologico dove si manifesta la presenza di Dio con il suo progetto di salvezza al quale siamo chiamati a collaborare.

f) I segni dei tempi

L’altro elemento fondamentale per il discernimento è l’attenzione ai segni dei tempi. Dicevamo nella parte biblica che dobbiamo sapere leggere la storia per discernere la via del Signore. La Parola di Dio ci è data perché la viviamo nel qui e adesso della storia. Dio è il Dio dell’incarnazione e della storia e ci parla all’interno di essa. Lo Spirito è creativo e dinamico, e il carisma è stato ispirato dallo Spirito, perciò porta dentro questa dinamicità e creatività che lo spingono sempre all’ascolto dei segni dei tempi , in caso contrario esso è destinato a esaurirsi e morire.
Questo lo vediamo così chiaro nella vita di don Calabria. Un caso tipico di discernimento; la fondazione dell’Opera. Chiese addirittura al Papa di quel periodo consiglio, due anni prima della fondazione. E, poi, chiese consiglio al suo Padre Spirituale: «E prima di tutto le dirò che fino da chierico ebbi l'idea così come in embrione dell’Opera, fin da allora ho sempre manifestato tutto al mio Padre Spirituale che ritenni sempre come l'interprete della divina volontà, e a Lui con la grazia del Signore ho sempre ubbidito, e questo è e sarà per me motivo di grande conforto, specie quando mi troverò al punto della mia morte. Molti e grandi sono i disegni di Dio sopra di quest’Opera, e li verrà man mano maturando secondo il nostro spirito di abbandono e di fiducia in Lui, di umiltà, di docilità, di obbedienza alle sante Costituzioni e a questo povero prete. Mi pare che questo sia un punto di grandissima importanza, perché mi sento, che fino a tanto che la misericordia di Dio mi tiene qui, io devo essere seguito in tutto e per tutto, senza discussioni, senza “se” e senza “ma”, e questo non solo per principio, ma perché mi pare che così voglia il Signore in quest’Opera, nella quale chi fa è Lui direttamente e mostra quello che si deve fare per mezzo di quella sentinella che ha posto Lui ».
In questa dinamicità dello Spirito e del carisma dobbiamo essere aperti ai segni dei tempi perché ci indicano le strade per vivere oggi il carisma e manifestarne l’originalità. Il Padre, giovane sacerdote, lesse in una notte il Vangelo. Ebbe come un’epifania in cui gli si rivelò la paternità di Dio che si manifesta nella sua Provvidenza. Lesse carismaticamente il capitolo 6 di Matteo, l’invio dei 72 discepoli, e gli altri brani che lo hanno colpito. Ci mise, però, tutta una vita per capire come il Signore voleva che si vivesse in concreto questo abbandono alla divina Provvidenza nell’Opera. Egli sentiva una ispirazione interiore a rifuggire dalla reclame, a non cercare i mezzi materiali. Fu, però, sempre attento ai cambiamenti culturali, alle situazioni storiche diverse, e meditò per molto tempo i suggerimenti che gli venivano proposti dai Fratelli e dai suoi collaboratori. Una volta in consiglio Generalizio esclamò: «sapientis est mutare consilium». L’unico obiettivo che fu sempre chiaro era quello di conoscere e fare la volontà del Signore.

g) I poveri nostri padroni

Per noi membri dell’Opera non può mancare nel processo di discernimento uno sguardo attento ai poveri e alle nuove povertà. Dall’inizio lo stesso don Calabria ha visto che la Divina Provvidenza conduceva l’Opera verso i più poveri: “… in seno all'Opera non dovranno mai mancare queste case per le creature più abbandonate … La Divina Provvidenza di mano in mano metterà nel terreno dell'Opera altre sementi; il nostro programma non deve escludere nessuna attività di bene e di apostolato, né limitarsi a questa o a quella regione, tutto il mondo è di Dio. Sempre però noi dobbiamo andare dove umanamente nulla c'è da ripromettersi, quindi ai più poveri, agli umili; dobbiamo cercare anime, creature abbandonate, reiette, disprezzate, vecchi, malati, peccatori; questi saranno i tesori, le gemme dell'Opera la chiave che ci apre il Cielo, e così sarà meglio manifestata la Divina Provvidenza. Le nostre Opere presenti e future, per essere legittime e genuine, devono portare sempre l'impronta e il sigillo del "non v'angustiate".
In questa ricerca ai più poveri e bisognosi dobbiamo vivere uno stile di vita povero che deve essere tipico nostro. Solo chi vive la povertà come stile di vita si aprirà anche a qualsiasi attività che il Signore ci invia senza dimenticare che il nostro apostolato e missione è tra i più poveri, “la nostra cura, il nostro continuo pensiero sia far del bene, cercare anime, specie le più abbandonate, vivere di fede, lontani da ogni protezione umana per aver quella di Dio. Se la Divina Provvidenza si degna mandare Missioni da evangelizzare, anche là cerchiamo i più poveri, i più disprezzati, è questo il nostro campo speciale. Raccomando di non affezionarsi a luoghi e persone con grande scapito del nostro spirito di abbandono, tutto il mondo è campo di Dio, e noi dobbiamo esser pronti ad ogni chiamata”.
La povertà amata e vissuta sia in prima persona che nella comunità religiosa e l’amore ai poveri ci portano a vivere nella logica dell’amore e della gratuità. Anzitutto si tratta di un amore concreto ai poveri e di una gratuità intesa come donazione totale della nostra vita nel lavoro e nell`attenzione ai bisogni dei più poveri, su esempio di Gesù, il povero per eccellenza, che comprese i poveri del suo tempo e si prese cura di loro.
L’opzione preferenziale della Chiesa e dell’Opera per i poveri non è solo un metodo per portare la buona notizia ai poveri come Gesù stesso ci chiede, ma è prima di tutto un essere evangelizzato dai poveri. Chi va ai poveri solo per “dare” anche se stesso e i beni materiali ma non si lascia evangelizzare non può vivere la povertà evangelica. L’Opera è chiamata a questo rapporto con i poveri. Come vorrei che nelle nostre case non mancassero mai i poveri, che i religiosi avessero sempre un contatto diretto con loro e con i bisogni della realtà in cui ci troviamo. Questo criterio di discernimento è molto importante perché tutti noi, sacerdoti religiosi e laici abbiamo sempre uno sguardo particolare ai poveri. Il nostro carisma ci indica la strada della gratuità e dell’amore intesa non solo come chi da tutto ai poveri senza responsabilità, ma chi si mette al servizio dei poveri con uno spirito da povero sull’esempio di Cristo Gesù “da ricco che era si fece povero per arricchire noi … non considerando un tesoro da tenere per sé la sua uguaglianza con Dio ma spogliò se stesso …” (Cfr. 2Cor 8,9 e Fil 2,5)

B - Elementi di significatività delle opere

Addentrandoci di più nell'applicazione del criterio della significatività ci accorgiamo che esso presuppone l'attenzione prioritaria ad alcuni fattori, che diventano centrali per un discernimento e per le corrispondenti operazioni di ristrutturazione.

- Il primo di questi elementi è la persona del religioso.
La quantità e le modalità del lavoro delle comunità e dell’Opera devono consentire una formazione completa dei confratelli in fase iniziale e permanente. La vita del religioso deve essere significativa e perciò la formazione permanente e continuata è indispensabile. “… La necessità di riconsiderare, con umiltà e concretezza, la formazione – iniziale e permanente – che si impartisce tra noi, per vedere come contribuisce, e se contribuisce, a una vera formazione spirituale. Abbiamo bisogno di una formazione nuova su basi nuove”. Dobbiamo vigilare perché la diminuzione delle forze o l’aumento incontrollato delle opere non porti il singolo religioso ad avere molteplici funzioni di tipo organizzativo, materiale e amministrativo. Bisogna prevenire stanchezze premature e cadute di tensione, affidando impegni adeguati, in cui sia possibile lavorare anche in profondità e non ci si debba limitare ad una evangelizzazione superficiale. Il lavoro, che per noi è indispensabile e che deve essere svolto con responsabilità, deve lasciare spazio alla crescita della persona soprattutto nella cura spirituale di una vita radicata in Dio e nei valori del vangelo. La sfida della formazione penso sia molto importante nella revisione delle opere per manifestare il carisma con una profezia valida per il mondo d’oggi come la voleva don Calabria: “Santifichiamoci noi nel vero senso della parola, e allora santificheremo quest’Opera che nessuna forza umana può distruggere … Santificando quest’Opera, santificheremo la nostra città, santificheremo il mondo, o miei cari fratelli, o direttissimi figlioli … Quanto so e posso diamo importanza alla vita interiore …”. La vita del religioso diventa significativa, ed è fermento, sale e luce nelle nostre opere.

- Un secondo elemento per la significatività è la comunità religiosa.
La sua esistenza, il suo spessore umano e religioso, la sua creatività apostolica hanno una notevole rilevanza vocazionale. Vi sono due aspetti importanti che colpiscono le persone nell’incontro con la comunità religiosa: in primo luogo l'unità che risulta dai rapporti fraterni, dalla comunicazione e la corresponsabilità; in secondo luogo la vita quotidiana radicata in Cristo che si rivela nell'accoglienza di chi cerca in essa appoggio e aiuto. Essa è chiamata a diventare «segno» e «strumento». La significatività richiede che ogni opera o insieme di attività vengano affidate ad una comunità corresponsabile; e di conseguenza consiglia di commisurare gli impegni a questa esigenza. Perciò si raccomanda una consistenza quantitativa e qualitativa delle comunità. Per il loro funzionamento le comunità devono avere una guida capace di animare la vita spirituale e l'azione pastorale.
Comunità aperte, profondamente inserite nel contesto dove si trovano. Una comunità dove i religiosi vivono dei rapporti veri tra di loro, con le persone del territorio. “È in fondo questo ciò che l’uomo d’oggi, almeno quello che sa ascoltare il proprio cuore, sempre più intensamente cerca. Non solo in ambito ecclesiale per quelli che vogliono un approfondimento della fede, ma in senso anche molto più generale. L’uomo d’oggi è sempre più ‘spaesato’, non ha più casa, un focolare nel quale ritrovarsi, essere accolto e ascoltato. Cerca luoghi di appartenenza che possano in qualche modo riempire il vuoto che si è creato nella disgregazione di oggi.” Il ruolo della comunità è importante come testimonianza del carisma e in primo luogo dello spirito di famiglia che caratterizza la nostra Opera. Penso quanto sia importante recuperare il senso della “casa” come voleva e ci ha insegnato don Calabria.

- Un terzo elemento: la qualità pastorale.
Per noi tutte le attività dell’Opera devono essere portatrici del messaggio evangelico e del nostro carisma nelle diverse realtà e attività (socio-sanitaria, vocazionale e parrocchiale). La qualità pastorale è una preoccupazione centrale: la comunità deve inserirsi nel contesto con una nuova proposta. Essa viene misurata dal cammino di fede che riusciamo a proporre e dall'ambiente pastorale a cui diamo vita. Perciò chiede di rivedere i risultati dell'attuale stile di azione, di ricuperare la dimensione di profondità, di articolare le proposte passando da quelle più generali e fondamentali ad altre più specifiche od esigenti, fino ad arrivare ad una proposta personalizzata e all'accompagnamento personale. Noi dobbiamo riscoprire il nostro stile proprio di evangelizzazione perché altrimenti ci mettiamo nella linea di ciò che fanno tutti, anche se sono cose buone e sante, ma noi abbiamo il nostro stile che non possiamo perdere. Guardando da vicino alla vita dei primi fratelli e della missione troviamo uno stile proprio di evangelizzazione che vorrei fosse preso in considerazione nella parte concreta della revisione delle opere per non perdere questa qualità pastorale voluta dal nostro Fondatore secondo lo spirito puro e genuino dell’Opera.
Il documento finale del Capitolo ha valorizzato con molta ponderazione il lavoro della pastorale parrocchiale con uno stile secondo il nostro carisma nel quale si può realizzare un lavoro di evangelizzazione e servizio ai più poveri e nelle attività sociali in collaborazione con i laici. Che le nostre parrocchie siano Calabriane in tutti i sensi della parola, portando lo stile proprio per arricchire la Chiesa locale con la novità e freschezza del carisma.

- Un quarto elemento di significatività è la fecondità vocazionale.
Esso è conseguenza non implicita, ma consapevole e intenzionale della qualità pastorale. Ci sono opere in cui il carisma si è sviluppato in profondità, in cui si è creata una sintonia con lo spirito e la missione dell'Istituto, in cui c'è simpatia per l'opera che suscita collaborazione spontanea e che quindi crea stima e apprezzamento da parte dei giovani che scoprono la vocazione consacrata secondo il carisma dell'Istituto come disegno di Dio sulla loro vita. Ci sono situazioni dove è più facile comprendere ed accogliere la vocazione consacrata ed altre in cui è più difficile. Anche questo è un criterio di significatività, perché dobbiamo chiederci seriamente se la nostra vita e le nostre missioni entusiasmano altri a seguire Gesù nella vita di autentica donazione a Lui. Come vorrei che le nostre case fossero aperte ai giovani e diventassero luoghi per trasmettere una testimonianza d’amore a Cristo che continua a chiamare oggi al suo servizio.

- Un quinto elemento è la capacità di aggregare altre forze per le quali la comunità religiosa può diventare centro di comunione e di partecipazione.
Si è significativi quando chi vuole impegnarsi trova nella nostra comunità riferimento, appoggio e accoglienza. Ciò richiede che i religiosi vengano preparati per l'animazione e che si tengano presenti le diverse realtà da animare, ciascuna con le proprie possibilità di formazione, di coinvolgimento, di corresponsabilità. Come accadeva nella prima comunità cristiana che era aperta a quelli che entravano. La comunione e la collaborazione con i laici è molto importante per dare significatività alle nostre opere. “È una prospettiva che richiama anche, in modo sempre più forte, la necessità di rapporti nuovi tra Vita Consacrata e laici, sia per ciò che i religiosi sono chiamati a essere e fare per i laici, sia, e ancor più, in riferimento a ciò che religiosi e laici insieme possono fare per la missione, una missione che sempre di più in futuro dovrà essere portata avanti non da soli, ciascuno gruppo per conto suo, ma in collaborazione”. Don Calabria ci ha lasciato una testimonianza in questo senso, ha cominciato l’attività con un gruppo di laici che cercavano di vivere la radicalità evangelica. Ricordo a tale proposito che il prossimo anno il tema sarà quello di una sola famiglia Calabriana pronta ai cenni del Signore. Il cammino di fede richiede che la comunità religiosa si faccia animatrice dell'opera. Insisto sui gruppi di fermento all’interno delle nostre case e attività come sulla formazione dei laici per manifestare il carisma all’interno delle nostre case con uno stile di vita proprio nostro.

- Infine, ultimo elemento di significatività è il rapporto, l'inserimento e l'impatto della nostra presenza nel territorio.
Don Calabria era sempre in dialogo con il territorio e con la Chiesa locale. Voleva che l’Opera fosse una luce per la realtà dove si trovava. Alcune comunità sono diventate punto di riferimento per iniziative nel territorio sul versante sociale, culturale e religioso. Da loro partono messaggi propri del nostro carisma. La gente sa che può avvicinarle e fare affidamento su di esse per un confronto chiarificatore, per un'iniziativa comune, per far maturare una mentalità, per moderare tendenze o far circolare messaggi. La comunità deve acquistare la capacità di dialogare con la realtà circostante, con le istituzioni sociali ed educative del quartiere e della città; la capacità di irradiare la propria passione educativa e pastorale, di interagire continuamente con la realtà nella quale è vitalmente inserita. In altre parole la capacità di lavorare in rete essendo anche portatori del nostro carisma all’interno delle altre realtà che lavorano con i più poveri. Credo che nel pensiero di don Calabria noi non dobbiamo fare tutto, ma la nostra deve essere una presenza significativa all’interno di un territorio con la capacità di coinvolgere altre forze. Non sono le grandi strutture che creano impatto nella vita della Chiesa locale o nel territorio, ma il messaggio profetico che si sviluppa a partire dal nostro carisma. Nella revisione delle opere dobbiamo veramente vedere con chiarezza questa significatività nel luogo dove siamo ed investire tempo ed energie nella formazione perché le nostre opere siano portatrici di un spirito che è quello del vangelo, altrimenti rischiamo di perdere la nostra peculiarità e significatività carismatica.


Conclusione

Caro fratello, cara sorella, andando verso la conclusione della lettera potrà sembrarti che tutto questo nella sua grandezza è molto difficile da vivere nel quotidiano. Riconosco con tutto il cuore che anch’io mi sento povero e fragile di fronte a tutto questo. Imploriamo insieme la luce dello Spirito Santo che venga in aiuto alla nostra debolezza e fragilità per crescere nella vita spirituale e rendere la nostra vita e le nostre opere segni significativi dell’amore di Dio. Teniamo presente che il tentatore è sempre in azione nella nostra vita creando divisioni e difficoltà avendo lo scopo di rompere la nostra comunione e sintonia con la volontà di Dio. Coraggio dunque! I tempi nuovi hanno bisogno di risposte nuove perché solo così il carisma dell’Opera continua vivo nei nostri cuori e nelle nostre opere. Credo che questo che viviamo sia un momento molto particolare. Ricordiamo quello che spesso ci diceva don Calabria riguardo all’ora attuale “a grandi mali, grandi rimedi!”. Penso sia questa la chiamata che il Signore ci fa oggi con forza. “A grandi mali grandi rimedi. Fa bisogno che io vi dica che il male è grande nel mondo? Fa bisogno che vi dica che Satana è capitato e capita con tutti quanti i suoi soldati e muove una guerra accanita contro la santa nostra religione? Quanti mali, quanti disordini ... A grandi mali grandi rimedi! E il rimedio è certo, o cari. Il rimedio è infallibile, è sicuro, se noi Poveri Servi vivremo con lo spirito puro e genuino che il Signore ha messo in quest'Opera, e che il demonio non la vorrebbe come la vuole Gesù, come la vuole la Madonna; e cerca ogni mezzo e ogni via, anche sotto pretesto di altre opere buone, perché non sia come vuole Gesù, come vuole la Madonna. A grandi mali, grandi rimedi! Spirito puro e genuino dell'Opera! Hai inteso mio caro fratello?” Mai come oggi queste parole di don Calabria ci sono d’incoraggiamento per cercare quei rimedi che possiamo trovare solo nell’ascolto orante del santo vangelo, in una intensa vita interiore, nella centralità che dobbiamo dare solo a Dio.
Nel cammino di questa lettera abbiamo messo in evidenza l’importanza del discernimento come habitus che accompagna il nostro quotidiano, nella ricerca costante della volontà di Dio per la nostra vita e per le nostre scelte, piccole o grandi che siano. Lo scopo è quello di creare in ogni cuore la consapevolezza della centralità di Dio, perché un cammino di formazione come trasformazione nell’amore non può essere vissuto in pienezza se manca la realtà del discernimento che lo realizza nelle scelte quotidiane.
Da parte di alcuni sento ripetere con una certa insistenza: “stiamo perdendo lo spirito”; “non mi trovo più, l’Opera non è la stessa”; “non ci si affida più alla Provvidenza”; “prevalgono i progetti e la propaganda nelle nostre attività”; “se non c’è la garanzia non si cominciano le attività” … etc. Fratelli, credetemi, sono consapevole come Povero Servo e come Casante che, soprattutto oggi in un mondo dove la complessità la fa da padrona, siamo chiamati a mantenere alto il livello di guardia, a continuare a interrogarci sulla nostra fedeltà al carisma come ci ricorda lo stesso don Calabria “… quando in quest’Opera manca la Provvidenza, in via ordinaria e perché veniamo meno al nostro programma, la nostra vita non è da religiosi, da figli della Provvidenza. Oh se noi viviamo come vuole la nostra vocazione, stiamo certi che la nostra vita sarà una continua calamita della Provvidenza”. Proprio per questo vorrei che queste linee che ho delineato, e quelle che verranno indicate successivamente per la revisione della nostra vita e delle opere, ci portassero ad una seria revisione prima di tutto di noi stessi e poi delle nostre strutture e attività, per giungere a coinvolgere l’Opera tutta. A voi che, per amore dell’Opera, manifestate i vostri dubbi sulla attuale fedeltà al carisma voglio dire in tutta umiltà, ma anche in tutta coscienza, che non è vero che contrariamente al passato oggi si cercano prima di tutto le garanzie economiche per iniziare una attività, e di questo ne sono quotidianamente testimone. Si cerca, quello sì, di avere la testa sul collo, come indicato dallo stesso don Calabria. Dal mio punto di osservazione sull’Opera desidero farmi alcune domande che ritengo estremamente importanti: Non sarà che abbiamo creato delle strutture e ancora le stiamo creando, che pur alla luce del discernimento e della volontà di Dio oggi non rispondono ai bisogni dei più poveri e la provvidenza non ci viene più incontro? È calabriano prima ancora di individuare una necessità o un bisogno dei più poveri pensare alle strutture o a come riempirle, o non è meglio vivere con i poveri in casa e sapere con fede che pian piano la provvidenza ci indicherà la strada per aiutarli nelle strutture che, allora sì, andremo facendo? Siamo certi che solo le grandi strutture manifestano il carisma? E perché non pensare che il sostegno della provvidenza arrivi là dove si manifesta il bisogno e dove si comincia un’attività piuttosto che pensare che arrivi da altri luoghi? Fratelli miei queste sono domande che dobbiamo porci nella revisione concreta delle nostre opere e della nostra fede, e compiere con coraggio le scelte necessarie, anche se radicali. Allora, ne sono certo, serviremo autenticamente la divina provvidenza ed essa ci accompagnerà con generosità.
Credo che in questi anni si sono fatti dei passi molto belli sulla via della corresponsabilità e del coinvolgimento di tutti, c’è però ancora molta strada da percorrere.
Quando con umiltà riusciremo a metterci in discussione senza ritenere la “mia verità” la verità assoluta, quando riusciremo a cogliere e far mia la verità che c’è anche nell’altro, allora sapremo di aver dato i primi decisivi passi sulla via di un discernimento autenticamente evangelico e calabriano.
Vorrei che questa lettera venisse meditata e utilizzata come strumento di formazione permanente anche per una revisione personale della nostra vita e come passo iniziale della revisione delle opere e per interrogarci concretamente sulla nostra significatività. La realtà del discernimento deve permeare la nostra vita nelle scelte quotidiane a livello personale e dell’Opera. Quest’anno ha inizio il processo di revisione delle opere, e successivamente verranno indicati a livello generale altri passi concreti per realizzare questo determinante lavoro In tale processo sarebbe estremamente significativo che riuscissimo a coinvolgere le sorelle Povere Serve, le Missionarie dei Poveri e i laici che ci sono più vicini.
Concludo invocando l’amorosa presenza e la materna protezione della Beata Vergine Maria modello del discernimento. Come ci dice il vangelo davanti alle più umanamente imprevedibili situazioni la Madonna viveva lo stupore e meditava tutto nel suo cuore, “Maria, da parte sua, serbava tutte queste cose meditandole nel suo cuore” (Lc. 2, 19). Lei ci insegna a tenere tutte queste cose nel cuore, centro e motore del discernimento, luogo dove lo Spirito Santo può agire portandoci alla centralità di Cristo, il Figlio amato del Padre e far sì che il nostro volto nella contemplazione della Parola diventi il Suo volto.
Maria, Madre di Dio, sposa dello Spirito Santo aiutaci!
Invoco l’intercessione della Madonna delle Grazie dove questa lettera è maturata alla luce della preghiera. Affido tutto nelle sue mani, con la certezza della fede, affinché l’Opera possa vivere oggi l’attualità del carisma, la freschezza dello spirito puro e genuino riacquistando quella significatività e quella profezia nel mondo che la contraddistinguono.
Nelle tue mani materne, Madonna delle Grazie, pongo tutti coloro che appartengono alla famiglia calabriana e Ti affido, Vergine Immacolata, il processo di revisione delle opere nella certezza che tu o Madre ci sarai guida e protezione affinché i nostri cuori giungano ad essere sempre più abitati dal desiderio di avere Cristo e solo Lui al centro della nostra esistenza.
Affidati a Te non verrà meno la luce sul nostro cammino!
San Giovanni Calabria, ci affidiamo oggi a te come tuoi figli spirituali sostieni il nostro impegno per il rinnovamento della nostra vita e dell’Opera.
Vi benedico tutti, come diceva don Calabria, “più col cuore che con la mano” e vi accompagno con la mia preghiera portandovi nel cuore con tanto affetto padre e fratello. Auguro a tutti che l’esempio di don Calabria ci spinga sempre a fare nostro quello che fu il suo grande desiderio di tutta la vita: la santità per il Regno di Dio.
Mi affido alla carità delle vostre preghiere.

P. Miguel Tofful
Superiore Generale


Verona, 8 Ottobre 2010
Festa Liturgica di San Giovanni Calabria